Las Cicatrices de la Heredera: Un Regreso Vengativo
ista de So
redera de la fortuna de la familia Garza, un nombre sinónimo de dinero de abolengo y gusto refinado. Era hija única, consentida, mimada, nunca me faltó nada. Nuestra
. Era hermosa, talentosa y estaba comprometida con Damián García, el hombre que había sido mi novio de toda la vida, mi prometido. Él era guapo, carismático y ya estaba causando sensación en el mun
a. O más bien, la
adilla que no podía comprender. Fui secuestrada. Mis captores eran despiadados, sus rostros ocultos, sus v
an que hacerlo. Éramos una familia. Damián me amaba. Había prometido un para siempre, ¿no? Se suponía que nos c
daban de comer, me mantenían con los ojos vendados, pero no me hacían daño físico. Fue un preludio escalofr
timo día. La ilusi
caron la venda de los ojos. El hedor a cigarros rancios y cuerpos sin lavar ll
o, princesita? ¡Tu ni
ego otro. Luego una patada en las costillas. Mi mundo
. Las noticias locales. Y ahí estaba él. Damián. Mi prometido. Sonreía, de pie junto a Karla Ponce, su
Mi corazón se detuvo. La coincidencia era demasiado cruel, demasiado pr
me metió un telé
ortunidad.
credulidad. El número de Damián. Todavía me dolía el
usurré, mi vo
espondió. Fue la de Karla.
una junta muy importante.
! ¡Me han secuestr
isa de Damián. Y luego, la voz de
finalizar esto. Sabes lo impo
zamiento. Estaban juntos. Mientra
ortó. Karla h
mi vida. Se trataba de él. Damián. Él había elegido. Había elegido la ambi
jamente la pared, las lágrimas corrían por mi rostro. Mi pr
Vieron que no me quedaba nada. Día ocho. Sin rescate. Me rompieron un dedo. Crac
de prensa de la empresa, severo e inquebrantable: "No negoci
an. Distribuirían los videos en línea. Rogué. Supliqué. Lloré
visión para los negocios de Damián García, su resolución inquebran
en el extranjero. Y, lo que es más condenatorio, se habían desvinculado por completo del negocio famil
reclamaban. Los secuestradores, enfurecidos por la falta de pago, por la re
de dignidad, cada última esperanza. Ya no intentaban sacar dinero; estaban ejec
endo sistemáticamente destrozada. Me obligaron a tragar tierra. Me arrancaron el pelo a mechones. M
ia que no podía alcanzar. Cada fibra de mi ser gritaba por un final, cualquier final. Pero nun