Entre Odio y Amor
arice no lo reconoció. Después de quince años s
apatillas rotas, él la defendía de la gente que l
Él mostró una sonrisa cínica, revelando un rasgo llamativo de su personalidad. Algunas de las mujeres que habían sido seducidas por él decían que Víctor jugaba con sus s
ad. Vio que los mechones castaños caían sobre sus hombros cuando alargó la mano para recoger una de las flores blancas con brillantes
te en suelo. Los ojos azules miraron a la mujer que estaba arrodillada e