Perversos Deseos: Poder y Lujuria
rna, envolviendo sus calles empedradas y monu
e la ciudad. A sus treinta y ocho años, Sean había alcanzado la cúspide de su carrera académica, con varios doctorados y el respet
a detalle, resultaba incluso más caro, aunque su salario como profesor era considerable
o a diferentes negocios en busca de un empleo adicional. Hasta ahora, había
pequeño bar al final de una callejuela. En la puerta, un cartel blanco con letras doradas llamaba su atención: "
cogedora. Detrás de la barra, un hombre de mediana edad estaba sumido en
- preguntó el homb
o soy el hombre que busca. - dijo Sean aclar
to había mantenido una expresión seria, soltó una carcajada burlona en cuanto escuchó su d
ue le causaba
mbre hizo una pausa, esperando
mo Sean
ndo chicos entre los veinte años con
ierto que no tengo veinte años, pero me parece que para
o, caminó hacia él y, arrebatándole el c
ia física presentable, entre los veinte
imo y, con una mezcla de confusión -¿
ó con una son
s los clientes tienen esa preferencia, y comprenderá que no puedo permi
la cabeza -No
- El hombre lo miró con una
é bien mi trabajo.
nto de consideración, el
ompáñame a mi oficina. Por
denada, con papeles apilados en un escritorio viejo y lápices mochos esparcidos por todas partes. Una ventana con una cort
señalando una silla
calma mientras Arón se acomodaba detrás
Este no es un bar común y corriente para un hombre como usted. Quizás veas cosas que
ra seguir adelante, solo si el propio dueño estaba d
me por lo que ocurra a
r un momento an
y no te vas a meter en asuntos lejanos a tu
helado al escu
0 dól
son
te pagaré por
preguntar, ya que eso era parte del trabajo y si quería trabajar ahí, debía mante
co que me h
uena compañía para alguien como usted. Solo son clientes, ¿e
acue
rado. Cerca de la entrada, un grupo de jóvenes jugaba al billar. Los chicos se acariciaban y pasaban el humo de sus cigarrillos de boca en boca, una escena que lo hiz
aban, y contuvo sus nervios al pasar junto a la mesa de billar. Uno de los ch
iantes, que lo miró de arriba abaj
Sean-. ¿Qué sucede, cariño? ¿Te he dejado sin palabras? -susurró cerca de l
es! -exclamó Arón, j
las manos en señal de redención, alejá
os clientes del local, sobre todo de J
alivio y tensión. La vida le había llevado por caminos inesperado
ería consigo desafíos que nunca había imaginado, y por si fuese p
s Ma