El amanecer de su amante, mi piso frío
a Ca
escalofrío. Era tan diferente a él ser abiertamente complaciente. Una sospecha escalofriante comenzó a formarse. ¿A qué es
ncertada, una torcedura
e estabas totalmente a favor de cump
burlón, diseñado para recorda
in embargo, sonrió, c
e hermosas en esta época del año. Deja que Damián se encargue de algunas llamadas de negocios urgentes. -Miró significativame
ó, pero simplemente asintió, u
da e indescifrable antes de girarse para irse, u
ntes flores. Su compañía era extrañamente reconfortante, un marcado contraste con la presencia gélida de Damián. Pero incluso en medio d
tudio, esperando unos momentos de soledad. Planeaba escabullirme a mi habitación de invitados asignada, un
ó mi atención. La voz de Damián. Baja, urgente y teñi
abuelo está... particularmente disgustado. Solo mantén un
a, todavía la protegía. Incluso aquí, bajo la atenta mir
damente, tan protectoramente. Una oleada de celos amargos, crudos y feos, se retorció en mis entrañas. Nunca me habla
una expresión tranquila, y entré en la biblioteca. Damián estaba de pie junto al gran e
deliberadamente unif
rgo momento, su mirada recorriendo mi rostro. Era como si estuviera tratando de descifrar algo, de le
ente, su voz tranquila, casi una burla-. ¿O quizás solo
la ma
iendo una pregunta educ
sonido seco
o de nuestro «frente unido» si mis hábitos telefónicos todavía están bajo escrutinio. -Sus ojos se entrecerraron, un brillo frío apareció-. Y hablan
jaron. Siempre sabía
rdé, mi voz peligrosamente baja-. Y pensé que er
familiar formal donde cada detalle es escudriñado. Ve a cambiarte a algo más... llamativo
etición de la mañana, un intento deliberado de
zando mi brazo, un toque fugaz, casi eléctrico, que me envió escalofríos por la espalda. Se me cortó la respiración.
dejes desvanecer en el fondo. El abuelo espera una mujer fuerte y segura al lado de su nieto. No una sombra. -Se inclinó más cerca, su voz ba
yendo tan abruptament
o inesperado, mezclado con su tono frío y manipulador, me dejó tambaleándome. Quería que fuera hermosa, per
ansada de las mentiras, cansada de este constante campo de batalla emocional. Solo quería que todo terminara. Cam
teca, mirando fijamente una fila de libros antiguos. Se detu
neas hacer esperar a
a aguda,
seda de tono joya que se aferraba a mi figura, asertiva y elegante. Era lo opuesto a «recatado». Era el vestido que h
sa en sus ojos. Luego, sus labios se cur
alguien tan interesada en terminar este matrimonio, haces un excelente trabajo recordándome lo que estarí
egunta allí? ¿O solo otro de sus juegos crueles? Lo
is manos-, es que estoy cansada de ser invisible. Estoy cansad
reció, sus ojos se c
agarrar la delicada seda de mi vestido, trazando la tela con un toque distante, casi clínico-. No te halagues. Tus exhibiciones teatrales no significan nada para mí. -Su
, sentí una nueva ola de humillación invadirme, un calor punzante que me oprimía el pecho. Había visto a través de mi de
na respiración profunda y temblorosa, tratando de calmar los latidos
iempo, una intensidad ardiente que me erizaba la piel. Parecía estar evitando activamente interactuar conmigo, pero sus ojos me buscaban cons
rardo-. Y Elisa, querida, ¿por qué no te unes a
a la chimenea, podía sentir los ojos de Damián sobre mí. Traté de ignorarlo, concentrándome en
que se sentía a kilómetros de la suite principal. Me puse mi camisón de seda, una frágil barrera contra el frío que se había instal
o de la vieja casa, cada ruido en el pasillo, hacía que mi corazón diera un vuelco. Sabía que Damián estaba en la
respiración. No era el golpe de Damián. Era más suave,
es? -s
¿Estás bien? Vi a Damián salir de la biblioteca ante
amente. Albino, siempre la
mi voz todavía en un susu
hé sus pasos retirar
ez, fue más fuerte, más asertivo. Mi cuerp
uerta. -Su voz er
despeinado, sus ojos oscuros e intensos. Llevaba una bata de seda, atada holgadamente, revelando u
mián? -pregunt
se por un momento. Luego, sus ojos se encontraron con
r por la suite principal. Quiere asegurarse de q
mplicación era clara. Quería que me u
a exactamente lo que había temido. L
emasiado -protesté
ndose, empujando suavemente
está ahí, entre nosotros? -Su voz era una suave caricia, pero sus ojos eran duros, inq
ealmente sentirlo? ¿O era solo otra manipulación? Quería gritar, alejarlo, negarlo todo. Pero mi cuerpo, traicionándome, sintió un r
la puerta detrás de él. El aire c
n los míos-. Démosle al abuelo un espectáculo que no o
chando entre el orgullo, la ira, el miedo y una chispa traicionera e innegable de anhelo. Sentí un nudo de pura desesper
susurré, mi voz cargada de
a risa fría y burlo
a, sus ojos ardiendo en los míos-. Pero no tengo interés en jugar tus juegos. Y ciertamente ningún interés en perseguir a una mujer qu
os, mil pequeños pedazo
udo y desesperado-. Haz lo
usa, de esp
ojándola al suelo con un ruido sordo-. Puedes dormir ahí. Yo tomaré la cama. Después de todo -dijo, girándose para mirarme, sus
ándome la espalda, cubr
todavía sentía un destello de algo por él. La humillación era un dolor físico, profundo y sofocante. Me abracé, tratando de mantener
me quedé dormida en un sueño inquieto
mo un sueño, me mantuvo cautiva. El aroma de su familiar loción me envolvió, un consuelo y un tormento a la vez. Su aliento agitó mi cabello, y sentí la suave presión de sus labios contra mi sien. Fue fugaz, apenas perceptible, pero innegablemente real. Q
un oro pálido. Estaba sola. La manta yacía desechada a mi lado, el espacio a m
ima publicación de Cristina. Una foto de un amanecer, con la leyenda: «Nuevo
z más, con la fría y dura verdad de su indiferen