Esperanza
a través de mi ventana como las nubes grisáceas no han cesado de escupir gotas sobre las
be cuándo; inmensos charcos con la superficie plagada de ondulaciones circulares; un par de gorriones atusando su plumaje sobre la barandilla de una terraza; una suave brisa mece las ramas plagadas de brot
e llora desconsoladamente. Desde mi perspectiva parece como si afuera se moviera un universo extraño; una dimensión paralela con su propia física y su propio tiempo, desconocedora de lo que acontece en nuestra realidad. Otra dimensión
viendas colmena para que haga sus necesidades y vuelta al encierro, no vaya a ser que pase una patrulla policial, le pare y le comience a hacer preguntas incomodas. Las preguntas siempre son incomodas en una situación tan crítica como esta. ¿Lleva usted la documentación del an
vez más contundentes y opresoras, y ahora mismo no parece haber ninguna esperanza visible en el horizonte. ¿Dónde quedaron aquellos primeros atisbos de solidaridad en la población? Salíamos en masa a aplaudir desde las ventanas y terrazas a todos aquellos que luchaban incansables por contener la enfermedad. Aquellos que se exponían a la infección por todo el resto de nosotros: médicos, enfermeros, trabajadores de la limpieza, caj
e enferma por todas partes. Sentados en sillas, de pie, tumbados en el suelo tapándose con una manta. La enfermedad no hacía distinciones de color, religión, origen o clase social. Gente desesperad
es agua. Preciosa agua; fuente de vida. Gotas de lluvia y no la ceniza que caía lenta y silenciosa aquellos oscuros días. Era como nieve grisá
do a muerte. Ni duchándote y restregando a conciencia el cuerpo con jabón y perfume, eras capaz de eliminar ese olor de las fosas nasales. Era como si quedara incrustado en el hemisferio cerebral que procesa los olores. A
asa solo para ir a recoger los víveres que suministra el ejercito cuando nos llega el turno asignado (o a pasear al perro aquellos que tienen la suerte de tenerlo) y esto es cada vez menos frecuente, pues día a día desertan más militares, o quizá mueren enfermos, o tal vez se cuelgan de una viga con el
ngible que nos queda en este planeta que no nos echará de menos cuando la naturaleza siga su curso y ret
en mis oídos melancólica. Melancólica y perfecta para acompañar estos días decadentes en los
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ándome? Llevo tanto tiempo aquí solo sin contacto con absolutamente nadie. Ni familia, ni amigos, ni pareja... Creo que como todos los que aún continuamos vivos me
a y coge e