La Reina del Dragon
pte
o el rey preocup
aeniel fue rotunda, inc
ulpó inmediatamente. -Lo siento -dijo con más suavidad, y
a me entendéis, mis hijos y yernos las compraron especialmente para la ocasión en Anglia, Sussex y Essex. Ninguna muj
respondi
de aquellos hombres parecía tener de uno a cuatro sajones en su séquito. Mae
to y le puso la mano en la rodilla. -Y ¿cómo se encue
y os envía
relaciona con
e han dicho que sus actividades son
s sajones desde sus tierras a lo largo de toda la c
tilizaron a los francos para recaudar los impue
jones como mercenarios. Pero lo único que han aprendido de los romanos es a destrozarlo todo y el modo de sacar el máximo provecho. Sólo permanecen fieles a sus propios intereses. Y ahora nos invaden tribus provenientes del
tenía más de cuarenta años, mechones canosos aclaraban el pelo del rey y profun
, los tiranos y los bárbaros son las marionetas que les proporcionan placer. Los pequeños comerciantes y artesanos, habilidosos o no, no tienen ninguna importancia para ellos. Los romanos valoran la belleza, pero la convierten en su esclava; pues bien es cierto que en sus tierras el cantante, el músi
ál es la fuente de inspiración de mucho
el momento en el que podamos acabar con esta decadencia. Incluso en la Galia los
as con mis sucesores de los que ya tengo ahora. Me temo incluso que no tengo ni oro ni hombres que poner al servicio de vuestro distinguido señor. Pero hablaremos de
nrado de encontrarme aquí, sea cua
bre corpulento con espada y acompañado por tres guerreros sajone
do -dijo
to. Nadie osaría retirar su espada. Es Merlín, o simplem
conf
ijo -respond
líder de los druidas en Britania,
mi
para ostenta
andes y penetrantes. La melena oscura le llegaba hasta los hombros. Sus ropas eran magníficas, de acuerdo con su alto rango. Lucía pantalones de montar de ante oscuro, polainas sujetas con ligas cruzadas y u
noche de Dis Pater en la
dió Vortigen, e hizo un g
rodearlo como los simples mortales hacen, sino para cruzarlo. Descendió los tres escalones
a con la magia, se detuvo y con el pie apartó a un lado un gran tronco de roble ardiendo. Una cascada de chispas flotó en el aire y lo rodeó como luciérnagas en un crepúsculo estival, pero Maeniel pudo ver que ninguna le causaba ningún daño. No había rastro de quemaduras en su piel, ni tampoco en sus ropas, y si fuera un simple mortal tendría que tenerlas, pero no era así. Cuand
unció el
tigen-. ¿Has venido a divertirnos
ó que lo ha
stidigitador, m
insolencia tras las
rometiste entregarla para asistir a esta reu
do hasta allí sin que nadie se percatara. Hizo una gran reverencia. -¿Mi señor
iel, pero éste pudo ver el efecto de esa mirada, pues el criado retroc
rtigen. -¿Qué significa esto,
rega las armas o vete -dijo
dió el cinto. -En
. Al hacerlo, Maeniel vio en su cara una mueca de dolor, oyó un silbido
a mis sirvientes porque estés f
ien se cree superior a lo que realmente es, agotando la
-Un contratiempo sin importan
l y, dándose la vuelta,
en Maeniel. Parecía que también a él le iba a saludar dé manera mecánica, pero su mirada volvió a él casi sin querer. -Creo que ya
de un viejo amigo, Cosmos, el obispo de
es su
boca para presentarse él mismo, pero Vortigen se