La Reina del Dragon
pte
encontró a Dugald viajand
l se detuvo y se sentó en medio del
e había cerca. Se sentó, con la niña dormida apoyada en su hombro. Se apartó parte del manto, lo ext
nidos del mar. Los dos podrían asegurar que la marea estaba subiendo por el ruido que hacían las olas al golpear los g
dable, una criatura que habría que tener en cuenta. No había signos reveladores que le dijeran que padecía de algo, una enfermedad que acabara con ella, o algo que detuviera su desarrollo y la dejara tullida antes de alcanzar todo su potencial. No, si a esa criatura se l
brezos, la hierba ya alta y los robles que cubrían el acantilado.
arbustos, se sentó junto a Dugald y empezó
-dijo Dugald-. Una pel
sé -respond
sante. ¿Có
ga y pausadamente,
lo dijo, eso
r el miedo. Hasta
a o intentes insultarme. No soporto a
se so
do en ti mi preocupació
sculpes. ¿Sabes lo que má
l q
or vuestros conocimientos superiores e impacientes porque dirijáis sus vidas. En ese aspecto sois como los romanos a los que tanto admiráis. A
ómo crecía la furia en su corazón. Se puso en pie
en parte de todo esto en el momento en que dejasteis a la niña ante mi guarida, amenazando a mis lobeznos. Bien, ahora estoy aquí y no estoy dispuesto a irme sin más, así que no lo haré, druida. Creía que en este santuario de la naturaleza había logrado esc
zo de Dugald. Dugald hizo la señ
hay que me
, aparta esa maldita daga. Supongo
se miró
todavía la llevaba. -La daga desapareció entre su
Cu
nos llamamos así desde que Patricio vin
ás que monjes cristianos
S
rosos, pero al mismo
palabra de Dios es s
ste a
s direcciones, pero no quisieron e
utiste con tu señor, Merlí
no, s
signif
mbarazo inesperado a mediana edad, y no se la quería entregar a Merlín para que la criara e hiciera de ella la esposa adecuada para el hijo de Uther Pendragon. Porque eso era lo que Merlín pretendía -continuó-. Ése es su deseo y el del grupo de sacerdotes que dirige en busca de la unión de los señores de Britania y los gue
entas a él abiertament
cabezas el cielo estaba cada vez más nublado, y el sol no podía
está fría -
manto de Dugald, y Maeniel la
dversario, el rey de Connacht, murió. Según se dice se cayó desde una gran altura. Hay ruedas den
¿
ue nuestra orden pueda seguir adelante, tiene que haber unanimidad de opiniones sobre algun
su palabra, y el perdedor fue lanzado
l viento lo golpease. Muy alto, un halcón llamaba a sus co
se hombre. La sangre del culpable cubriría al a
iste ser testigo. Dugal
o estuve
esos hombres estudiaban el modo de volver a vidas pasa
comp
a ese viaje. Pero para poder continuar, me e
oledad inmensa, ya que tiene que hacer desaparecer sus ideas c
-asinti
iña raptada, no sólo perseguido por los sajones, s
La niña pertenece a la realeza más pura; pero, como todos los desgraciados descendientes de la reina, también es la más desafortunada y está condenada. Por eso, si yo muero,