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El enemigo

Chapter 7 No.7

Word Count: 2017    |    Released on: 06/12/2017

is María de ágreda terciaría en la discusión de cierto proyecto de

s, frases enérgicas, preguntas de las que no tienen respuesta, todo género de arranques oratorios, hasta que, agotadas las ideas y sin saber enlazar las palabras, tenía que callarse! Tal era la disposición de su ánimo cuando una tarde entró en la biblioteca del Senado, huyendo de

plió Vd. bien conmigo, me arregló Vd. la biblioteca, y ?abur! no

da, ya tendré yo el gusto de ir a

ctica un plan que días atrás s

proyecto de Fomento? ?Desea Vd. que le busque antece

cias; aún no

. Era, como don Quijote, razonable, sensato para todo, menos para aquella maldita manía oratoria que h

se dice q

del debate hay aquí datos importantes. En tiempos anteriores a la Revolución, se trató de eso. Si

ras de Pepe tenían algo de aura popular y mucho de tentación. Le faltó energía para confesar la verdad y contestar: ?No se?or, no

o, ya me lo indicará Vd., aunque yo tengo un arsenal de apuntes.

: ??Habla Vd.?? Se marchó a pie sin esperar el coche, y por las calles se dijo a sí propio el más e

o que volve

tros, y ordenándolo formó un conjunto heterogéneo, especie de historia de la cuestión tratada, lista de elogios, censuras, inconvenientes y ventajas de lo proyectado, que parecía fruto de una laboriosidad constante, signo de larga atención y gran conocimiento de la materia; lo que se llama un trabajo conc

n Luis en la biblioteca del Sena

r de á

a! (Esta era la más desenfadada

e datos que pueden ser

ero en fin, lo agradezco mucho

as en el bolsillo, mas no

jo material, que es lo único que yo puedo hacer, bueno será que, con los papeles en la mano, le indique

hora que solía Vd. ir antes, le espero en cas

rdinar las ideas. Lo que había hecho Pepe le indicaba que las gentes contaban con un discurso suyo. No era ilusión; no estaba representando un papel de comedia, sino dentro de la reali

e comer dij

me cogerán desprevenido. Ma?ana puede que venga a traerme unos datos

contenta, pero su alegría

tudiar en su rostro la impresión que produjera su presencia; y segunda, si la muchacha no mostraba enojo, procurar por todos los medios imaginables que le quedara franca la entrada. Harto sabía que a título de amigo, como visita, de igual a igual, nunca le admitirían; pero ?qué

ezco muy de veras su atención; pero dudo que hayamos

testó Pepe entregán

e Vd. un

que los ojos se le animaban y, para disfrazar aquel signo de agrado, frunció el entrecejo, aunque murmurando: ?sí, sí, aquí veo algo nuevo.? Lueg

ezco muchísimo; aprovecharé algo

perdería su astucia? ?N

nir todo lo que se habló al iniciarse hace a?os el proyecto: aquí está lo que pr

jaba un billete de entrada a la inmortalidad. ?Vaya si hablaría!

e asomó Paz a la puerta del despa

, muchas

ella entonces a Pepe;-pero

el instante por poder decirla con los ojos todo el tropel de ideas vanidosas, de ambiciones absurdas que habían anidado en su pensamiento, sin callarla nada, miedo, esperanza ni pobreza! Paz tuvo que dis

se puede sacar parti

a sus propósitos, trató de prolongar la visita

arreglar aquí algo q

d. lo q

illas. Paz dejó trascurrir unos minutos, y en seguida entró también a la estancia inmedia

i mi presencia la enoja, no volveré jamás a verla a Vd. No necesita Vd. dec

nces, la ofreció la mano y ella la estrechó rápidamente entre las suyas, sintiendo al mismo tiempo que se la enrojecía el rostro. Ninguna frase de todos los idiomas de la tierra hubiera podido ser tan elocuente como aquel

grano de arena: la corriente de la vida d

-?Si no hay más que a?adir al principio: Se?ores, y al final: He dicho! ?Ah! sí, y algo de relleno;

aquígrafos tendrían que

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