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El enemigo

Chapter 10 No.10

Word Count: 1896    |    Released on: 06/12/2017

porte de la jubilación de don José, el fruto del trabajo de su hijo, lo poco que Leocadia ga

irso y en que, después de irse Millán, ya acostado el pobre viejo, trataron los hijos y la madre de lo que co

n que éste lo anunció no debía precederle sino dos días. Pepe escribió a su novia de esta su

rada

ahora no sean sino anuncio de otras mayores: créeme, nuestro cari?o ha de costarnos muchas lágrimas. Será todo lo romántico que quieras, y es opuesto a mi modo de pensar hablar en tono amargo de ciertas cosas; pero yo, que de todas las preocupaciones me río, he venido a estrellarme contra una de las más poderosas. La distancia que nos separa no sería mayor si tú fueses reina y yo l

ás será el tiempo, que pasará haciéndote cada día más buena y más hermosa, quizá más rica, y a mí más desgraciado y pobre. No imagines que deseo romper nuestras relaciones: saber que me quieres, recibir una carta en que me hablas de tu cari?o, oírte alguna vez que me recuerdas cuando sufres y que te falta algo en los goces por no tenerme al lado, son cosas que me llegan al alma y me dejan orgulloso de mi mismo. ?Si supieras de qué modo te las paga mi corazón! ?Si pudieses leerme los pensamientos, adivinarme las ideas, esconderte entre los caprichos de mis sue?os!... Pero quiero que, al mismo

, y ojalá te sean siempre ajenas; el menor de tus caprichos no podría yo satisfacerlo con muchas semanas de trabajo; las gentes que te hablan han de usar un lenguaje hasta despreciativo para las que están en situación análoga a la mía; si entraras en casa de mis padres y vieses estas paredes, estos muebles, dudarías si ofrecer dinero por lástima o disimular lo que notares, por im

uncia que llega. Mis padres, como es natural, se alegran; en Leocadia y tu Pepe, si he de ser franco, el sentimiento que domina es el de la curiosidad. Sólo hemos visto a Tirso una o dos veces, siendo muy peque?os, y dentro de pocas horas vamos a tenerle aquí. Iré a buscarle a la estación y le conoceré por los hábitos; si no, tendrían que decirme: ?ese es.? ?Estaría gracioso que bajara

ciertos temores. Tirso es cura, y en esta casa hay muy poca devoción. Mi padre nunca habla de eso; mamá, con cuidarnos, tiene bastante; a Leocadia le gusta ir a la iglesia cuando

o te quejarás de

na, si puedo, iré a ver si ti

sie

pe

ó Pateta al día siguiente bajo las baldosa

do Pep

te he de querer, con tal de que tú no mires a ninguna otra mujer. ?Lo entiendes? Es lo único que no te perdonaría nunca. Quedamos en que no volverás a las andadas ni me escribirás majaderías: no merecen otro nombre las cosas que dices. Mi padre podrá no dejarme casar contigo; pero, ?casarme con otro? ?Eso si que no! Lo que es de esto te responde tu Paz. Vamos, yo no entiendo esas sublimidades tuyas de sacrificios y tonterías. No he pensado, ni pienso, ni pensaré jamás en dejarte por nada de este mundo. ?Lo sabes? Yo, que tantos libros he leído de los que tiene mi padre, me acuerdo de que don Quijote dice que todos los caballeros andan

atreverte a pedir a papá que le recomendase a alguien. ?Te enfadarás si te digo que tus temores me parecen tontos? ?Ha de ser malo porque es cura? Indudablemente, esto es lo que se te ha ocurr

n mío. No te

a

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