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Incertidumbre

Chapter 4 No.4

Word Count: 8095    |    Released on: 06/12/2017

en los primeros días de julio, para

co, este chalet blanco domina el mar, y hacia el otro lado, el jardín, de verdes campos sembrados de

umerosos amigos; además, Diana y Bertrán Gardanne, sus primos, pasaban allí también sus vacacione

n un match con el campeón invencible Roberto Milk, se dejaba batir vergonzosamente por la Inglaterra, ant

ia y Juana de Blandieres, conversaban en

nos reuníamos aquí, por la tarde, María Teresa?-

s deberes para con los huéspedes, para suponer que María Teresa y yo no trataríamos de procurar a nuestras amigas el mayor placer posible! Y como Max Platel constituye

ó Alicia de Blandieres.-?Acaso Max

n amigo excelente-int

o es permitido tocarlas, ni aun con rosas sin espinas! Pero se puede ser un amig

cribe? ?Pues no se creería, porque

a pocos meses,-me imagino que usted no ha leído t

Teresa;-sus críticas se refieren a los juicios de los in

ngo mi opinión personal; he leído, de Platel, El Va

r lo mismo que yo te decía. En cuanto a mí, soy de la opinió

aba muy solícito con ella; la joven estaba envanecida, pues el novelista a un exterior atrayente reunía una re

se encuentra ya aquí?-preguntó Diana.-Generalmen

eres,-tengo muchos deseos de verlo, a ese Hu

ce usted al he

imos. Hemos traído tanto equipaje que no podíamos encontrar nada de lo que n

seguida el vestido que necesitaba. Hubiera ido al Casino esa misma noche, Martholl le hubiera sido presentado, habrí

que sea tan gran

a buena idea de traerlo por aqu

venido a

dará muc

unos qui

dirlo a pasar toda la estación; h

Diana.-Pero, ahí viene con Plate

?o y nervioso, hablaba con vivacidad, poniendo toda su persona en movimiento,

as ellas los recibieron con el aire de contento que s

de la presentación de Huberto Martholl;-hace una hora que suspiramos por turno: ?Vendrán? ?L

e la se?ora d'Ornay,-estoy cierto que cuando usted no

menos raro, hoy, que tanta gente se entromete a escribir, es, sin embargo, un artículo suyo muy buscado en el mundo; se

. Pero le ruego que no continúe tejiéndome coronas; me conozco, no me

las jóvenes con a

de los ojos. Dime, Martholl-y se volvió hacia su amigo que se había sentado entre María Teresa y Diana,-?Puede verse algo más hermoso

o que su mirada contemplaba con manif

l con

mis nervios como el chirrido de una sierra al cortar la piedra. Sufrir de esta manera ante la fealdad de las cosas, es pagar muy caro el placer de buscar la belleza en sus manifestaciones diversas, por

impaciencia-suspiró la se?ora d'Ornay;-no hay

a, y halagado por su éxito, que leía en las sonrisas plácida

pre el gusto seguro. Hay muchas personas que, como yo, viven principalmente por los ojos; debería tenerse cuenta de ellos y cuidárseles la decoración. En nuestra época toda la fa

ll.-Con algún empe?o y gusto personal, se puede o

os notar que tú has sabi

do.-Un hombre hábil no debe jamás des

te persona, admirando su irreprochable traje de verano, desde la corbata de bat

mporáneos; en cuanto a ustedes, déjenme darles un consejo, mis encantadoras amigas: preocúpense

habernos prevenido; e

ramen

é en reemplazo del vaso de agua clásico

s escenas sangrientas de la Revolución y las cabezas cortadas durante el Terror, no nos horripilan estos espectáculos, en los cuales las víctimas aparecen engalanadas con gracia ligera y voluptuosa, empolvadas y vestidas de sedas clar

acercarse al joven novelista.-?Brrr! espero que ya no habrá jamás otra. ?Ac

. Me sorprende que todos los que se mueren de hambre permanezcan tan resignados y no trate

?... ?culpa

los burgueses, los ricos de hoy, no comprendemos mejor nu

por pobre que sea, no llega, si tiene carácter y ambición, a ser rico y obtener todo lo que quiere? Mira, sin ir más lejo

a una inteligencia nativa, una suma de trabajo, de energía y de paciencia poco comunes, para llegar a una p

n es e

n descuidar sus estudios escolares. Con una rara facultad de asimilación siguió los cursos nocturnos y aprovechó toda ocasión de instruirse. Habla el ing

bre es un prod

Diana;-un prodigio, quizá; pero

s f

emplo! y a quien le guste las espaldas anchas y el busto poderoso... ha de agradarle

e no está bien imputarle como defecto lo que le reprochas. Está tan ocupado, que no tiene tiempo para tomar parte en nuestras frivoli

mente a sus amigos-observó Platel;-esto prov

ió, sonriéndose,

y simplemente justa. Por lo demás, usted va a conocer a Juan; llega esta noche y pasará algunos

firma-dijo Huberto Martholl, que no p

escuchó, y formaron círculo aparte. Después, cuando los jugadores hubieron reparado sus f

a, que hablaba con Mabel d'Ornay, para

, es exquisito, s

rnay se e

usted!... ?Vaya! ?ya está usted conquistada, mi pobre Alicia! Dec

la mano de la joven, y

ted, Mabel, no atesorando sus flirts y po

flirt-gimió Mabel, mirando c

tinuó alegremente Alicia.-Cada una de nosotras tiene derecho

, nadie se atreverá a afirmar que la

todo el mundo se dispersó, dándose cita para la noche en el Casino. Las dos primas fuero

ía que Juan pasaba por una crisis moral, que debían atenderlo un

orque, con el fin de sacudir su preocupación moral, había resuelto visitar por segunda vez

ía de la prueba de amistad que le daba saliendo a su encuentro. Vería, pues, su semb

ín que rodeaba la casa, se sentó ante la balaustra

a afección. Recuerdos de aquel tiempo, que la joven consideraba lejano, le venían a la memoria; pero como el ambiente en que vivía por el momento, h

erá un hombre de mundo, a pesar del buen ejemplo

l joven que no es un lindo maniquí acicalado, buen ba

suyo estaba preocupada, y esa tarde, contemplando con mirada distraída el crepúsculo que descendía lentamente hacia la tierra,

no se le ocurr

bía convertido casi en un salvaje. En un principio se había irritado contra sí mismo. Aislado y solita

sente. Ante la escalinata, Bertrán saltó al suelo; Juan que iba a imitarlo, se detuvo, conmovido

con nosotros. Vamos a tratar de convertirle en un perezoso; aquí

consiguió dominarse y con voz casi

en invitarme el se?or y la se?ora Aubry. En cuanto a convertirme en un perezoso, debe usted renunciar; s

ento de amargura, como si se burlase de sí mismo. María Teresa notó l

ción. He elegido la que tiene más linda vista; por la ma?ana, cuando abr

ctora, la seguía lleno de felicidad. Al llegar al segundo

s propias manos; deseo de todo corazón que

flores que le había tomado para aliviarla, ella arr

hora apresúrese, que la campana de l

ir de sus manos; pero yo no sabría llevarlas con gracia en

ando no comprender.-Son ideas que usted

as manos colocar hábilmente sobre la so

tá usted igual a esos jóvenes tan elegante

ubry tomó su brazo para pasar al comedor; el se?or Aubry se colocó entre las dos jóvenes y se apoderó alegremen

e hijos de familia, holgados dentro del smoking, hacían resaltar la fuerza muscular de Juan. Sus anchas espaldas, su rostro enérgico tenían cierta bellez

ntado, a la noche, en el Casino. Alicia no habría mirado con buenos ojos a aquel caballero poco elegante, poco versado en la

parecía un hijo del pueblo, de ese pueblo que es carne y sangre de la n

omo una promesa de protección física o moral; su asp

fuerza serena y tranquila, mientras escuchaba, sonriendo, las frases que revoloteaban

la fábrica? Tus últimas cartas eran un

ra hablar de sus asuntos. Además hay que dejarlo descansar a este pobre joven; le

rostro del se?or Aubr

e de mis gustos y que sintiese placer en cultivar este arte que yo amo tanto, porque ocupa el cuerpo y el espíritu. Un buen cristalero es a la vez un sabio,

una inclinación de cabeza

isma pasión que yo por el cristal. ?Cómo nos entendemos! ?Lo que hemos trabajado juntos al resplandor de los mismo

mos. Caemos en las ridiculeces de esas madres que alaban sin cesar a sus hijos delante de personas que ningún interés tienen. Además, aunque el estado de cristalero sea un estado noble, no faltan otros igualmente atrayentes. Seamos justos. Si todo el mu

s pleitos sobre negocios. Pref

ión de un abogado, no es ganar siempre sus pleitos, sino abogar en causas de resonancia. Se habla más de los que dejan guillotina

a interrumpió par

ce mucho tiempo que no tienes vacaciones; esta vez quiero verdaderamente

el momento, exige mi presencia en Creteil. Antes de salir de allí, he organizado todo, y para el trabajo corriente, Rousseau es un hombre en quien se puede fiar. No es solamente en previsión de una permanencia en Pervenches, por lo

espíritu de iniciativa; pero por

emente y ocuparse de sus negocios. Nosotros admiramos las hermosas obras que salen de sus manos, pero es inútil enterarnos de cómo se hacen. Mi intervención es de mera prudencia

nte,-no hay nada que hace

ía Teresa se acercó a Juan y le preg

lar mi persona a través de sus relaciones balnearias? Tendría que presentarme a sus amigas ?qué tarea tan abominable! Y si me aburriese en un rincón, usted se creería obligada a dejar a sus amigos

ada hay que darle plena l

fue interrump

en ese rincón los dos? ?Sabes? son ya

o, hijas mías-respo

deme usted

en su manto blanco incrus

ente sobre los frágiles hombros, Juan

d una reina,

ió, y le ten

eina, pues no sé

acompa?arla; conocía demasiado, por haberlo experimentado ya, el suplicio de verla en un baile. ?Qué celos tan espantosos sufría cuando la veía, amable, sonriente, y siempre rodeada de jóvenes! En estas ocasiones se había dado cuenta del estado de su corazón. En un principio, desesperadamente, había tratado de luchar contra aquel sentimiento naciente que en su alma escrupulosa no se reconocía el derecho de abrigar. Si bien los a?os habían transcurrido, modificando su situación y dándole la esperanza de un hermoso porvenir, creía que para los Aubry, él era siempre el

e quien se

uien había de ser su marido. A pesar de estas declaraciones de principios, Juan no se hacía muchas ilusiones; sabía que el acontecimiento qu

fuerte para dominarse; pero al volver a ver a la joven, después de una ausencia de dos meses, se dio cuent

s reflexiones, cuando el s

do; la noche está magnífica; vamos a dar una vue

quiera, mi q

cigarro, y sigu

alma y de un reposo deliciosos. ?Cómo han crecido estos

amigo, que tú no tomas

descansar un poco. ?Lo tiene bien merecido después de haber creado una inmensa fábrica que está hoy en plena prosperidad!... Yo no tengo por qué darm

más, tienes el espíritu creador, gusto e iniciativa. Nunca dudo del éxito de tu trabajo. A propósito ?de qué proyecto

o, establecemos una fabricación de objetos de venta más corriente, podríamos obtener grandes beneficios, que nos ayudarían prodigiosamente a ensayar otras combinaciones químicas, necesarias para las creaciones nuevas. En suma, hoy corremos muchos riesgos, pues la venta de un objeto de arte, no es nunca segura; hay que encontrar al aficionado, al entendido. Por ejemplo, en este momento, nuestras experiencias para hacer el ópalo nos han exigido grandes desembolsos; s

de la casa Raynaud, el se?or

.. ?Bah! no puedo creer, debe ser algún falso rumor; hay gente que no retrocede ante n

seguro de la solidez de una casa bancaria. En todo caso, hay

en el movimiento, y, además, es conveniente que las antiguas casas sean renovadas; tú eres joven, activo, enérgico, y he pensado, con frecuencia, que podías sustituirme... ?No protestes! Es preciso que lo sepas, hijo mío, cuento contigo para la continuación de mi obra; cuando conocí la defección de mi hijo, una gran tristeza se apoderó de mí; es terrible, sabes, pensar que u

realmente el alma de la fábr

mposibilidad de dirigir nuestros asuntos; ahora bien, sabiendo que tú estás allí, no temo los acontecimientos; es mi recom

ector, sin usted

decía durante la comida, tuve un gran pesar la primera vez que comprobé la poca afición de Jaime a nuestra industria. ?Ah! ?no tiene ese fuego sagrado! ?Tener en sus manos un negocio como éste, que da, en bueno o mal a?o, unos treinta mil pesos de beneficio neto, y desecharlo para contentarse con ser el hijo de su papá!... ?En fin! Cont

lización de mi sue?o sería que tú llegases a ser mi hijo a otro título... Pero, esto sólo puedo desearlo; no me corresponde intervenir. Creo que los padres no tienen el derecho de dirig

nte aquella revelación; luego tomó una mano del se?or Au

r! pero usted tiene razón; ni

a turbación, no pud

inquieto por la impresión que sus palabras habían causado en el a

jo con aire indiferen

ajo estos árboles? Voy a ponerme el sobretod

ntado por la emoción, incapaz de dominar los pensamientos

ego del cigarro que brillaba aún entre el césped, lo tranquilizó. ?Así, pues, el se?or Aubry y Jaime,

s alentaba en él, le daban casi el derecho de declararlos! Era demasiado. Y, loco de alegría, se repetía las palabras de esperanza... Entonces, una ráfaga de orgullo se apoderó de él. Gracias a su energía para el trabajo, podía aspirar a aquella gran felicidad que era toda su ambic

jas, mecidas por suaves brisas murmuraban en la noche; vapores argentinos flotaban sobre el jardín adormecido, y, con

vuelve a apoderarse de nosotros al despertar, así su espíritu, que se había complacido un instan

hasta me siento molesto entre esos inútiles elegantes que ella trata como íntimos!... ?No soy completamente distinto de los que a ella le gustan? ?Ah, sí! lo sé muy bien: al lado de toda esa gente y

e volvía, por grupos, del Casino; las despedidas y los adioses resonaban claros en la calma

oso hablar, aunque sólo fuera algunos instantes. Por huir de las despedidas y de las frases triviales, se oc

eguían a distancia al

tio donde Juan estaba escondid

en ti, que eres tan reservada generalmente. Has bailado tres veces con Hube

voz reposada y armoniosa de M

dos los demás, porque bail

se fueron apagando, se sintió el ruido de las puertas

ada por un dolor nuevo, Juan

s deducciones de Juan: estrechada tres veces por aquel Huberto Martholl, María Teresa lo prefería a todos los demás... Para que esto sucediese ?qué le habría dicho ese hombre? ?Qué encanto misterioso había ejercido sobre ella? ?Ah? el sonido melod

en los cabellos, para ella nimbo de pureza, para Juan corona de espinas... la veía así a la bien amada, deslumbrante de belleza, y, sin embargo... cuando buscaba en el rostro del querido fantasma la s

es que simultáneamente lo afligían y le daban v

le hizo levantar la cabeza y lo clavó en el suelo; no se atre

na de su cuarto para gozar del fresco perfumado d

a del balcón. Iluminada por la luz rojiza de las lámparas del cuarto, y del lado del jardín, por el respland

ólo obstáculos materiales los que lo separaban de ella; la voluntad misma del se?or y la se?ora Aubry no los acercaría; existía entre ella y él una diferencia de raza; la misma sangre no c

Teresa, el nombre de Juan descendiese algunas veces de los labios a su corazón! ?En qué pensaba en ese instante, mirando dulce

r el sufrimi

debería condenarme a e

cara entre

abeza, las persiana

s, no esparcía ya su claridad sobre el misterio de la noche; la masa negra de los árboles se erguía hosti

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