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Incertidumbre

Chapter 6 No.6

Word Count: 2850    |    Released on: 06/12/2017

toda velocidad, los alrededores de Etretat. A la tarde volvía, embrutecido de fatiga, y subía a su cuarto para prolongar indefinidamente su soledad.

e, respetaban su libertad, y nadie se preocupaba de ha

l Casino. Se esforzaba en no conversar más que sobre cosas susceptibles de interesar a Juan. Pero Diana no procedía con el m

rosos para Juan, y le aumentaban el d

buscaba se pr

entusiasmo a Bertrán, de la

aba Bertrán,-que yo no h

s mucho aquí?

, ?por qué me

a Bohemia, adonde iré próximamente. Estoy seguro que este viaje te interesará. Para no perj

a! Esta misma noche le escribiré a mi p

consintió de buena gana en dar la licencia pedi

zón la terrible herida de los celos, convencido de que cuando volviese a ver a María Teresa, ella no sería ya libre

comprendía cómo la permanencia en Etretat no le era agradable. Pero, sin inda

ativa alejarse el coche que conducía a la

hura?o. ?No estaba Bertrán mejor aquí que en Alemania?... ?Dios mío, Juan ha estado bastante áspero en estos días!... Es incompr

soportado en mi infancia. Cuando yo era una chica despótica y mimada, Juan me divertía con paciencia horas enteras. Estoy cierta de su amistad, y estimo en mucho su consagración absoluta hacia nosotros. Nada me importa de lo qu

ón recuerdos tan tenaces, pero podríamos distraernos paseando, ?qué te

las partidas de tennis que se organizaban todas las t

cieron en seguida, vestidas de piqué blanco, cubiertas con el indispensab

. Bajo los manzanos, que rodean el circo, estaba servido un lunch en mesitas. La se

? jóvenes muy precoces, flirtaban con la esperanza de encontrar marido

nch ofrecido ese día por su madre, excitando a comer y a beber a los jóvenes que acudían a su invitac

a muy impropiamente en Francia ?la educación americana.? Este género de educación, inoculado en aquellas naturalezas de latinas li

todo. Como eran lindas y se mostraban siempre amables, los jóvenes declaraban que las

flejo de su sombrilla, daba audiencia a Max Platel. Sabía

continuamente al joven literato.-Na

, el llamado a desempe?ar la importante función de hacerla reír a usted, yo que me deleito con la gracia amable de su sonrisa y el alegre encant

s, y afectaba una anglomanía exagerada. Nada le parecía bueno, ni chic, si no procedía de Londres; a cada instante, en la conversación, encontraba medio de alabarse de sus rela

a y los saludos ruidosos. Martholl, como no jugaba jamás sino con James Milk

estuvo al lado de María Teresa.-Creía qu

la.-?Usted se aburría tanto? ?Y el t

ído por otra cosa que por el

atraído por el

querida

honor, nutriéndome substancialmente, a la invitación de mis amigas de Blandieres. Segundo, para conocer el resultado del match y quién gana

sted se

tc., subir al magnífico automóvil de mi amigo Jorge Baugrand, hendir el aire con él hasta el bosque

e?orita, y es acaso por c

ue a sus labios a

maja

un poco general, todo lo que

ju

l! Seamos serios: están organizando una partida, vamos, a

placer de seguirla a ust

ijera y se instalaron a fin de

jóvenes de trajes cortos y claros, moviéndose

uso ir hasta la playa a admirar la puesta de sol, famosa en Etretat. Ruidosamente, el juego del tennis fu

anado tre

y mal! ?Pierdo sie

ida la calma, se p

hora de la despedida... ?Dónde est

o; Baugrand no ha veni

s el porvenir, y el porvenir e

sus amigos, Martholl y ella llegaron en el instant

tiempo para ver a las personas que nos gustan

n fati

canto poco justificado. En verdad, es así como se debería vivir: trabajar muy poco, pasear con mujeres encantadoras, sin

ia o inocencia, que en sus vestidos se revelaban sus cuerpos. Los jóvenes dejaban rebosar de su espíritu y de su corazón, esa a

lado de María Teresa, a quien había d

fulgor dorado. El sol se sumergía en las aguas c

n la contemplación de las nubes iluminadas, y en sus formas caprichosas se imaginaba ver mundos desconocidos. En estos instantes de comunión con la Naturaleza, sentía poderosamente la belleza de las cosas cre

strar cuán poco le importaba el despliegue de la pompa solar. Sin embargo, inquieto po

usted, se?orit

de la inmensidad. No sabría explicar mis ideas o mejor dicho, las sensaciones que se suceden en mí, mientras admiro estos e

sol que baja. Donde usted está, no veo más que su persona, y nada má

l con la persona de Huberto; pero al mismo tiempo desconfiaba de él, deseaba que no se declarase, ante el temor de que una brusca desilusión no la hiciese caer en la realidad. Aspiraba con pas

izarlo de la privación de este maravilloso espectáculo? ?Será suficiente ofrece

nto la admiro, comprendería por qué

. Sus palabras contie

ocupo exclusivamente. Si usted se pareciera a ellas, ya estaría convencida de la naturaleza de mis se

que su amabilida

usted alguna esperanza, autoríceme, por ejemplo, a decirle cosas tie

iones que pueden unir a un hombre y a una mujer, para transformar nuestra joven amistad en un juego imprudente. No... no... no le permito nada todavía. Además, en

que puedo decirle le fuera agradable, ?no cree usted que for

compa?ar con su música de ternura la

arle a usted. Quiero que un día, estando yo a

orzada; las frases de Huberto empezaban a

holl quiso tomarle la mano, pe

ir con usted a la t

or hoy. Quédese aquí buscando frases nueva

emoción contenida hacían temblar un poco

diós! quer

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