Incertidumbre
dimensiones de las piezas, la altura de los techos, la tranquilidad del vasto patio, donde una discreta hierba verdeab
llegada y el miércoles en que debía recibir a Martholl, le pareció largo. ?Qué
ción, tan impacientement
le la visita de Huberto. ?Cómo lo encontraría? ?Siempre enamorado a pesar de las semanas de se
entana, levantó la cortina de antiguo guipur, y
asada. Las hojas secas cubrían de manchas amarillas y oscuras la arena de los caminos. Las ni?eras adornadas con cintas de mil colores, llevaban bajo sus largas capas el dulce peso de los bebés, en tanto que las siluetas pálidas y quebradas de los viejos, paseaban sus cuerpos fatigados al tenue ardor de aquel sol de diciembre. Era un cuadro pintoresco
ximó a un espejo para contemplar el efecto de su vestido de tela roja bordada, pasó una ma
s en ese puesto d
ió como sorprendida en f
in moverse de su observatorio.-Entra
é ves
Na
ente la llegada
onces Diana se aproximó a ella, pasó un brazo alred
ebe venir el he
ía Teresa, descontenta de haberse traicionado e
venir, he ahí, estoy segura, una cosa que tú no temes que su
nes, cambiaba de sitio los bibelots, levantaba los almohadones de seda. Se aproximaba a la mesa de té, d
vez de escudri?ar la calle
ant
stria? Parece que no tardó en plan
a, y ha sido presentad
eresa s
rá maravillado
erv
tan fácilmente; es de los que gozan con todas esas pe
alguien, por el momento,
or
rspectiva todo lo qu
urmuró María Te
na consola Luis XV, un jarrón de cristal verde incrustado de
a!... Juan acaba de
se hace tu Juan? ?N
ver. Jaime fue a visitarlo, y nos escribe que lo encontró muy atareado. Ma?
esentar con alguna Gretchen; hay que ser alemana para consentir en llam
así... ?Entonces tú, para casarte, tendrás e
a convertirme en la se?ora Durand, la se?ora Dupont o la se?ora
a tener mi marido, nunca he formulado el deseo de que e
, tía!-exc
la se?ora Aubry, besando a l
queca, como siempre; pero
iscretamente. Eran dos parientas de provincia, a quienes la se?ora Aubry acogió c
a su prima, murmurand
cía que ve
la, y al mismo tiempo comprendía que esta exigencia de su emoción, era incompatible con las reglas del trato social. ?Qué extra?a naturaleza se descubría! Ella misma había calmado el ardor de los sentimientos de Huberto,
que se dieron, fue perfectamente trivial. Felizmente, Diana, viva y cordial, hizo desaparecer pronto la turbación que se había producido entre ellos. Los llevó al salón chico, bajo pret
ed pronto noticias de su corazón,
; ?lo dudaban ustedes? Marc
; ella no dudaba;
esa, realmente ofendida po
no es verd
nacer entre las dos jóvenes, Martholl,
e decir la se?orita Diana,
Fe
arecido contener más días que los otros. ?Saben ustedes que he experimentado una verdadera sensación de vacío después de haberme separado de ustedes dos? He tenido que violentarme para no volverme atrás, y de
de que se ha divertido mucho-repuso Diana
mente triste, cerrado el Casino, abandonada la playa! No conozco nada más insípido que permanecer en un centro socia
ó sus lindos ojos,
e en esa época del a?o, no es de buen tono quedarse? ?Exigen los ritos de la vida soci
su interlocutora; quedó dispensado de contesta
ómo me he aburrido cuando se fue todo el mun
Teresa.-Me gusta la soledad, la vida contemplati
ien dice usted eso
a se sonrió
gusta después de la estación de los ba?os, es esa gran calma que permite pe
mitiendo opiniones más de acuerdo con las que ella aca
o en su casa, con libros, el tiempo pasa ligero;
e que nos acompa?ase. Nos contentábamos con dar grandes paseos a pie,
nos sensible a las bellezas de la Naturaleza. Yo hubiese dado de muy buena ga
algo azoradas, por la llegada de algunas jóvenes, cuyas toilettes elegantes personifi
se?ora de Blandieres y sus hijas, manif
encuentro, s
amente esta misma ma?ana, yo le decía a mamá, que formaba su lista de invitados pa
o se i
a usted, por su amab
ad, y el registro de su voz se man
da. De todos mis amigos, es usted quien baila me
a risue?a capaz de seducir a los más recalcitrant
usted me hace; pero no podré quedarme hasta el co
dio!-murmuró el
acompa?ando su frase con una ale
no se divierte más, y si en nuestra casa usted cosecha tesoros de al
contentó
i usted emplea armas que
to de una amazona mutilada-observó Diana, indicando con un gesto el bus
no han ido ustedes al bosq
?ana, y Jaime no llegará de Vi
nida todas las ma?anas, en busc
hora v
asta demasiado tarde. Hay gentes que no pueden decidirse a volver a
los que entraba era recibido con exclamaciones alegres. María Teresa y Diana pasaban y volvían a pasar entre todos, ofreciendo tazas de chocol
oda inocencia, Max Plate
a armonía viva-dijo, mientras s
o, todo en la joven era delicado. El timbre de su voz algo velada, acentuaba más el encanto armo
cada era la expresión indefinible y casi sobrenatural que el vigor y la elevación de sus pensamient
ses que volaban en torno suyo. Apenas si, de t
pronto en una
uí y todavía no se le h
a su trovador
Platel, avanzando hacia el cí
se?ora d'Ornay, y miró curiosamente a su alrededor;
io ejecutor, amigo mío! ?Q
linda persona que cubierta de terciopelo y
pongo, pues, en contacto con lo que me rodea. Es una precaución, para mí, indispensable; ciertos muebles me son tan antipáticos, que
?volveré a verlo?-preguntó la se?ora
r que el lujo justificado por la sensación del arte; está el arte mismo. Pero nunca temí una desilusión; an
rmullo de
e interesarse por sí mismo, y María Teresa continuaba circulando en medio de esta
esonaban en su corazón como golpes de martillo. Su primo Bertrán, provocado por la se?ora de Blandieres, que dirigía la conversación, con la autoridad que le daba su nombre, frecuentemente citado en los ecos del
nvitación con que había sido honrado para asistir a una fie
ornado la cabeza a este hijo de ricos burgueses, que ahora sentía un verdadero sufrimiento al contemplar la simplicidad de sus
mundo, porque uno se encuentra en una sociedad exc
de menosprecio con
nde todas las clases están
dizos. Tenemos que hacer nuestro propio duelo; no hay sitio más que para los mercaderes enriquecidos. Antes, nadie era recibido en ninguna parte si ejercía el comercio. ?Por desgracia, todo ha cambiado! El dine
le la se?ora de Blandieres, protestando en nombre de todas las
ios, farmacéuticos, industriales más o menos bien educados, etc... Es triste, porque desaparece la tradición de la exquisita cortesía francesa que, en otro tiempo, nos se?alaba a los ojos de la Europa atenta y encantada. Se comprende: ?qué figura quieren ustedes que haga toda esa gente salida, la mayor parte, de una trastienda? No aportan a las reuniones sociales más que
dezco y lo admiro, porque supongo que a fuerza de labor usted ha adquirido esa compostura necesaria, para
go la conversación recuperó su curso tranquilo, en tanto que María Teresa sentía aumentar su malestar moral. ?Por qué Martholl sentía tales cosas? ?C
despertada por el alboroto de las despedidas. Promesas de volver a verse pronto, apretones de manos, actitudes coquetas, gra
momento para acerca
; ?cuándo volveré a verla? ?Puedo
e su corazón, hizo, sonriendo, un signo de cabeza afirmativo, y le tendió la mano, la p
edó solitario y silencioso. Solamente los perfumes que flotaban
lado del fuego, volviose de pronto y vio a su
estar muy fatigada de tus conversaciones
mamá, esto
mía-dijo la se?ora Aubry con ternura.-No he quer
pasa en mi corazón, que muy pocas
saberlas, sin embargo... ?
, madre q
bi
qu
e, querida mía; ?sabes
y me agradan mucho las galanterías que me dice. Esto es todo, por el momento.. Yo esperaba, al volverlo a ver, algo que no ha sucedido... grandes impresion
una consideración fútil. El se?or Martholl parece una excelente persona, es de buena familia, reúne todas las condiciones deseables; comprendo, pues, que te guste, y si
acer nada! El Club tiene demasiada mala influencia sobre los hombres
su mujer y a su hija, una sonrisa iluminó su rostro. María
ardes, pa
ardes, amiga mía. ?Y bien! ?qué t
mos tenido la visita
cho que tiene sus motivos... ?Se conserva sie
y bien a Huberto Martholl, y ?no tengo razó
nalidad del se?or Martholl, no será seguramente por ese lado por el que miraré... ?Ah! preveo que esto sucederá dentro de poco tiempo
stó en una poltrona; luego, al cabo de a
de patrón y de obrero. Este diablo de Juan, demorándose en venir, me recarga la tarea. E
, amigo mío? Haces mal e
mania. Además-a?adió sonriendo el se?or Aubry,-hago cuestión de amor propio el pasarme sin
a Aubry,-pero es posible que te hayas acostumbrado a tr
sobrepasado al maestro; hoy, dirige todo, te lo aseguro; en est
siasmo, pa
s el alma de la fábrica
miraba atentamente la cara de su marido, e
te encuentro algo cansado desde ha
la comida me confortará; no v
tuosamente el brazo de su mujer y la mano de su h
esa, hij
er a ver a Huberto, y en el placer mezclado de angustia que había experimentado al encontrarlo siempre encantador, enamorado, amable, ?pero tan frívolo!... Por turno se presentaron a su imaginación las caras amigas de las Blandieres, de Platel, de la se?ora
or aquella disposición de espíritu de Huberto. ?Por qué hablaba con tanto desprecio de cosas respetables y nobles? Si la amaba, verdaderamente, debía haber comprendido cuánto esta manera de pensar lo alejaba de ella. Su padre ?no era el tipo perfecto de
como Huberto, no prefiera el hombre formado por su propio mérito al ?inútil,? cuyo ún
y dejó volar su fantasía recordando las manifestacio