Incertidumbre
alguno que otro ba?ista. Una vida tranquila, retirada, en el interior de las villa
mas. Desde que no se veía rodeada de una sociedad dispuesta a divertirse y ocupada exclusivamente en crear distracciones nuevas, Diana se aburría espantosamente. Apurada por volver a París, a sus visitas y a sus correrías por las tiendas, se quejaba de l
aba ante aquella playa desierta y l
los ojos de los ciudadanos, más habituados a las decoraciones teatrales, parecía que a su real magnificencia, esta Naturaleza consentía en mostrarse más vulgar y menos salvaje. Debía ser
a vista de la joven, más grandioso y más trágic
erde de esmeralda pálida, sin horizontes, humedecida por la niebla, parecía salida, como en las primeras edades del mundo, de las ondas y del caos. María Teresa,
do María Teresa prefería pasear a través de los campos. Seguida de Flog, su perro de pelo r
en que alguna de las otras? ?La encontraba, pues, más seductora, más amable, más inteligente que las demás jóvenes que conocía? La había elegido entre sus amigas, tan hermosas... Jamás se le ocurrió que pudiera ser la preferida. Y, sin embargo, Huberto no esperaba sino una palabra suya para pedir su mano. De lejos, se le representaba má
n él, recordaba las reuniones, los bailes, los paseos, todas las ocasiones que
no los unía, no se representaba más que fiestas, viajes, diversiones de todas clases. Se le hacía imposible evocar la imagen de una
amás un hombre de casa, capaz de comprender estos íntimos placeres. ?Y ella habría deseado imitar a sus padres que eran tan felic
de la vida, la felicidad consiste en hallarse juntos; pero para disfrutar de la dulce paz del hogar, no
y si inconscientemente prolongaba el misterio de su decisión, era para estudiar a aquel futuro novio y no exponerse
ledad, cuanto para huir de su prima, cuyas observaciones la horripila
Diana leyendo en el salón, recostada sobre un diván. Esta
, después de un bostezo prolongado,-el campo es insípido en esta época, y es necesario, para complacerse en él, tener gustos muy extravagantes o... ?estar enamorada! Felizmente, mi tía acaba d
resa mirando humear sus botines húmedos an
a,-vamos a estar bien ridículas al llegar a P
o hacen guardia alrededor de las
otra cosa que ponerme, y se necesitan varios días para enterarse de
arás deshonrada porque te vean co
encuentre. No quisiera que
r qu
en un concurso de belleza? Así es que halaga cuando pronuncia flemáticamente ?Tiene usted un lindo vestido? o ?Ese sombrero es maravilloso.? A mí me ha otorgado algunos elogios, e
juzgar por el efecto que te producen sus elogios
eciarlo como hablas así? Ha
; Diana calló un instante y repuso
no quieres hacerme confidencias; disimulas tu juego. Va
cibido, es inút
nto está ese flirt trascende
o lo conozco bastante para tener u
que tuvimos el a?o pasado, al encontrar de levita y sombrero alto, a aquel Marcelo Mingot q
tido, ha de ser siempre con el esmero que le vale tantas admiradoras. Quisiera solame
n, me ha sorprendido que se
le; tu cumplid
tienes todo lo que se precisa, y más de lo que se precisa,
... Gracias ?decididamente está
tú no eres bastante fastuosa ni aficionada al gran mundo. Seguramente, se creería que est
nto
incompatibilidad de ca
ruptura, sería prudente espera
novio tan extraordinariamente chic. Anda, no lo dudes, hay muchas probabilidades de que pronto seas l
Teresa;-?por qué no has de
tú no me d
que amo a Huberto cuan
s casados; primero, porque siendo tú mucho más linda que yo, me perjudicas; después, porque podríamos salir solas. ?Se acabaron las acompa?antes! ?qué suerte! ?Sin co
encadenada; pero ?qué importa, para tus proy
acen valer a las mujeres que acompa?an. Es gentleman desde su peinado hasta la forma de sus zapatos, y, al mismo tiempo, tiene una distinción, un
nas comparadas con ese placer del alma. La intimidad sin amor, sin un amor tan noble, tan dulce como el que une a mis padres ?qué sería para mí? ?Un martirio! Permíteme, pues, que reflexione, antes de arriesgar mi porvenir, para apresurar tu emancipación y procurarte la vanidad decorati
go lo que me pasa por la cabeza, es
a. Si no atribuyes ninguna importancia a lo que
bra más!-dijo Diana recogiendo su l
rto silencio, repuso, temiend
tomar el lunch al Palacio de los Campos Elíseos, y a probarnos s
ír distintamente dos voces en su interior: la una acariciadora, inspirada en las mismas ideas de Diana, que la incitaba a alegrarse de la asid
sabía a no dudar, que era un sportman perfecto, que su conversación de hombre de club distraía agradablemente a su auditorio, pero se daba cuenta también que, moralmente, le era perfectamente desconocido
nunca sobre ciertas cuestiones, y que las cosas que ella consideraba más i
es del alma del hombre a quien entregaría su vida. Presentía que el matrimonio es cosa grave y que no deben ligarse ligeramente los nudos. Para tener la seguridad de cons
ior más o menos brillante; por lo cual deseaba, para apreciar la cultura moral e intelectual de Martholl, que se presentasen otras circunstancias distintas del período del flirt de los ba?os de mar. Su se