Tristán o el pesimismo
ata era alto, delgado, de agradable rostro ornado por unos ojos de suave mirar inteligente y p
o y Elena se está vistiendo. Vamos a la glorieta a descansar
reselva y se acomodaron en dos butacas rústicas de paja delante de una gran
s dejado
oca y mi tío demasiado cuer
án también riendo-. Son dos elementos químicos que se n
Como que mi tío
, pero discurre con acierto, juzga con justicia y sabe lo necesario para conducirse en la esfera en que Dios le ha colocado. Desgraci
compare us
con el mundo espiritual gracias a la música eso signifi
ha leíd
de los hombres de negocios: por la Bolsa, por todos los círculos financieros soplaba un viento helado de muerte; los más audaces huían; los más valientes se apresuraban a poner en salvo su dinero; a las puertas del Banco de Espa?a se acumulaba la muchedumbre para cambiar por plata los billetes. En aquel día memorable he visto a tu tío en la Bolsa hecho un héroe, la actitud tranquila, los ojos brillantes, la voz sonora, lanzando con arrojo todo su capital a la es
que hizo
us ideas y de sus sue?os para labrarte un capital... él también era un poeta, él también tenía talento... Pero naciste tú y comprendiendo que su lira no podía darte de comer la arrojó lejos de sí y se puso a trabajar... Agradece al diario, al mayor, al copiador, a esos pr
mán. Lo que he dicho de mi tío es una bro
padre no dejó mucho más de cincuenta mil du
sido cuando joven, primero criado, luego cobrador y más tarde dependiente y hombre de confianza del padre de Reynoso. Cuando éste hizo quiebra, gracias a la reputación de honrado, activo e inteligente que había adquirido entre los hombres de negocios se abrió pronto camino en la Bolsa, montó una casa de banca y logró adquirir un capital considera
bras del cuarto?
ir en la vida algo elegante o cómodo, algo parecido a lo que en otras naciones es ya
íficas casas en Madrid y ambos les habían ofrecido habitación en cualquiera de ellas; pero Tristán había rehusado la oferta de su tío y Clara
eparativos matrimoniales. Tristán se mo
? Parece que es
n general no encuentro en la vida gra
los que son demasiado
-preguntó distra
ano a tus padres hallaste en tus tíos un afecto parecido y una vigilancia igual. Los éxitos universitarios comenzaron a halagar desde ni?o tu amor propi
abido un esfuerzo cuando se ve un resultado; pero aquellos otros que no han logrado cuajarse en el espacio, tomar cuerpo y gozar de la luz,
ero son todas ellas legítimas? ?Todas deben realizarse? Mete la mano en tu seno y verás que muchos de tus deseos no
artir la felicidad con t
os demás fuera la nuestra; si sup
cajada. Don Germán se
oy en disposición de medirme con los que co
ifica. No sé por qué puerta o balcón podemos salir fuera de nosotros mismos... Es decir, he averiguado que haciendo u
Pero volvamos a ti. Por un don gracioso de Dios tú eres de los pocos que aun encerrados en sí mismos encuentran la dicha. Después de todos los elementos de felicidad de que hemos hablado te enamoras
opio de Tristán. Disimuló, sin embargo, lo e
exuberante, amplias caderas ce?idas por una falda corta de color gris, calzada con botas altas y llevando colgada del hombro una primorosa carabina. Recordaba por su arrogancia la estatua de Diana caza
raron y brillaron con alegría. A Tristán
ierto este par de piezas... ?Tira, tira
en acercándose a él y dán
o. Mira que la otr
se rub
rá de nuevo al tiro com
o su mano a Tristán que
or lejos que me vaya el t
e Fidel levantó los dos. ?Pan! Tiro al primero y cae a la orilla. ?Pero el otro...! El otro estaba ya en lo alto en medio de la charca. Disparo sin esperanza alguna y con gran sorpresa le veo
Tristán la miraba embelesado, admirando en lo íntimo de s
ue has alcanzado con los
puesto qu
ería. Ese ánade como el otro y como todos los demás que
ía!-replicó la joven r
mó a los perros para que le acompa?asen. Los animales salieron gozosos en su compa?ía, pero viendo que Clara se quedaba vacilaron unos instantes, lad
ma, Clarita; yo quisiera morir de un tir
mí me gusta tirar de la
nte a ella delante d
porque cuidado que es aburrido eso de cazar! Yo no salí más q
mó Clara en el co
s rigores del sol y a veces los de las nubes, caminar todo el día con la lengua fuera, caerse, pincharse, ensuciarse,
y del círculo; no gozas con el sol porque vives la mayor parte de la vida con luz artificial; te repugna el caminar porque has estado demasiado tiempo tendido en las butacas
soy capaz, no diré de cazar patos y conejos, sino hasta tigres y leo
. Bastará con que alguna vez me acom
rías el de la salud y de la fuerza. Dice Gustavo Nú?ez que si me di
ha visto tu ami
ando íbamos de c
r muy burló
más gracioso
algunos a?os había obtenido primera medalla en la Exposición, un hombre de mundo, elegante, fino, culto ?y con
podía producir efecto en una naturaleza sencilla y recta como la suya. Así que cuando Tristán dio tregua a su panegírico desvió la conversaci
plicente. Clara lo observó, pero como ya estaba acostumbrada a estos cambios repentinos de humor, que rara vez persistían largo tiempo, no hizo e
nto eras más suave y más blando que una piel de liebre y
o de indiferencia y
go que pudier
mo sil
ijo con energía haciend
lla sus ojos con e
do el mundo pone empe?o en hacerme comprender que debo estar no sólo satisfecho sino muy agradecido a que se me conceda t
as, Tristán, tan feas
o tanto por amor como por tu dote... Hace un momento tu mismo hermano me decía que debo estar satisfecho porqu
los muchos que tú tienes... Y si Germán hubiera pronunciado esas palabras lo habría hecho burlando y sin int
se dentro de él. Yo he navegado siempre con las velas desplegadas en un mar de aceite, iluminado por el sol radiante, empujado por la brisa y acompa?ado de las musas y las gracias. Estoy acostumbrado a vencer; he hallado en
r con la ofensa que has
nes más o menos embozadas a tu fortuna presente y futura. Esto hiere mi amor propio
stimas lo bastante para suf
e de mole
sa niebla que cae sobre las charcas y
la naturaleza me ha hecho. El gozo de unirme a ti
e buscas un pretexto para romper nuestra unión. No te esfuerces tanto, porq
e que están llenos al parecer tus parientes y tus amigos. ?Me devuelve
r a su dignidad un golpe de pronóstico reservado. La joven se puso pálida y
descendencia. Se vieron a menudo, unas veces en casa de Escudero, otras en el Sotillo, adonde éste solía ir con su familia algunos días. En cada una de estas entrevistas el sabio ateneísta perdía un poco de su majestad. Esta ruina llegó a tal punto que hay quien asegura haberle visto pegando calcografías en los cristales en compa?ía de aquella ni?a grande y, lo que es más absurdo, ella dando a la cuerda sujeta a un árbol por el otro cabo y él con las mejillas inflamadas y los cabellos pegados a la frente saltando y gritando ??tocino! ?tocino!? Realmente hay cosas que la imaginación no puede representarse. Preferimos creer que ésta es una de tantas calumnias a las que han estado siemp
en popa, aunque durante más tiempo de lo que los novios hubieran deseado. Reynoso se opuso resueltamente a que su hermana se casase antes de tener diez y ocho a?os. Iba a cumplirlos y su dicha a colmarse. Porque r
abían tenido nunca habían llegado a palabras tan agrias, cuando entraba Elena en su busca. Al verla d
?ido...? ?Qué feo, qué
la y estalló en sollozos. La estupefacción
a mi hermana, caballero...? ?Dígalo usted ahora mismo
patibilidad de sus preciosas manos con los bigotes masculi
asfixiar. ?Lo oye usted? A mí no me gustan los besugos ni cru
firió el jove
sentarse en ella y cubrió su rostro de besos. Después v
ué...? va
Clara algunas pala
dice usted a Clara p
nin
un hombre atrevido, intratable, digno de que le vier
nve
e es un novio fastidioso, an
conf
decir en adelante a Clara más
prom
perdón de su fechoría que n
tapándose los ojos con la mano-, perdóname lo que te he di
dir perdón es ese...? Hágame uste
camente el suelo con su índice. Las me
queda todavía un poco de vergüenza... Saque usted el pa?uelo y
delante de su novia s
. Digo no... No se la d
o a los pies de la joven
e a ese antipático, muerde a
nazador y estaba a punto de arrojarse sobre el soso. Cl
eto,