Tristán o el pesimismo
e de la noche. En cuanto a Barragán, fue instado para que pernoctara allí, pero no aceptó. A la hora de obscurecer mon
e caminar de noche y por veredas apartadas, de hacer los viajes a caballo, de pernoctar en las ventas y comer en las tabernas, y comprenderán la serie de aventuras
nunca en alguno de esos negocios?-p
ciendo!-exclamó su ma
cabeza reserván
nganchó el coche y Tristán fu
a, que parecían madre e hija. Tristán se arrellanó cómodamente en un rincón frente a ellas. Cuando sonó l
io-dijo encarándose un po
va se hallaba ahora exacerbada, respo
momento e
e creí que no subiría nadie, pero estas se?oras son t
l aserto con un murmullo y
o me parece suficiente para darle a usted el derecho d
calabazas!-exclamó el buen
a disputa se fue haciendo cada vez más agria. Por último Tristán poniéndo
favor de sentarse
o esfuerzo sobre sí mismo alzó los hombros con desdén, dejó escapar un bufido expresando el mismo sentimiento y fue a sentarse en el rincón opuesto. Tristán permane
illa. La noche era clara y tibia; la vasta llanura erizada de lomas se extendía debajo de un cielo tachonado de estrellas. Asp
aldecir en voz baja y con rabiosa cólera de su mala suerte, pues no traía gorra y le era preciso llegar hasta su casa con la cabeza desnuda. El cabal
i ese sombre
avergonzado-. En cuanto ll
Pruebe usted a ver si le sirve-insisti
rero y en efecto le
. No tengo el honor
al hotel de París. Aquí
rnado por su intemperancia pasada. El caballero se volvió a su rincón y de nuevo reinó el silenc
ambién a la ventanilla. Al cabo de algún tiem
d?-dijo sin poder disi
resentó su sombrero
to que usted y he podid
án también hizo un esfuerzo desesperado para reír, pero estaba irritadísimo y no volvió a pronunciar palabra
Ocupaba aquél todo el piso principal, tenía destinado el bajo a oficinas y los demás alquilados. El cri
taba a punto de disiparse también como todo. La pérfida voluntad que rige el universo nos hace ver la felicidad a algunos pasos de distancia sin permitirnos jamás llegar a ella. Ya le parecía haber entrado en una de las ratoneras que el genio de la es
ncaminó a las habitaciones de sus tíos con ánimo de hablar con ellos acerca del asunto que le preocupaba. Don Ramón Escudero estaba ya en el comedor sentado en una butaca y echando frecuentes ojeadas al reloj, que no se daba tanta prisa a caminar como él
ó Escudero-. Buenos días, Tristán. ?Qué t
y su prima Araceli, delante de la cual por nada hubiera entrado en tales confidencias, abordó el asunto que le preocupaba y celebró consulta con sus tíos. Narró todo lo que había sucedido e
a Cirilo de que trabaje para deshacer tu matrimonio... Pero aunque trabajase, ?qué? Yo estoy seguro completamente de Germán. ?No lo estás tú de Clara...
ontra Cirilo y su esposa a quienes cubrió de dicterios. Don Ramón estaba ya acostumbrado a estas cóleras insensatas y no hacía caso alguno de ellas por haberle persuadido, no se sabe quién, de que era achaque común de todos los jóvenes que estudiaban filosofía y letras. Las presenciaba impasible y hasta con cierto respeto como se?al de su alta v
n buen castigo a Cirilo... Le reduzco el tanto por ciento de la administración al cuatro... ?Ya
y darle un golpe con el pu?o cerrado sobre las narices. Para evitar semejante catástrofe, dete
me el favor de desi
si no he tocado
cina y todos esos emplead
bios!-replicó Escudero saliendo
e. En esa botella hay u
una réplica. Su esposo, sin intentarla siquiera, se dirigió al peque?o gabinete de toillet
parecían destinados el uno para el otro. Pero la ni?a había mostrado desde su más tierna edad una vocación decidida y fervorosa por el estado de marquesa, y sus padres, como es natural, no quisieron echar sobre su conciencia el peso de contrariársela. Apenas sabía coger la aguja y ya se entretenía, con inocencia angelical, en bordar una corona más o menos torcida en el peto de sus delantales o sobre su almohadilla de costura. En el colegio no admitía conversación sino con las hijas o por lo menos sobrinas de algún título del reino, y cuando los jóvenes comenzaron a seguirla, su primera mirada no era al bigote, sino a
apeado, habían corrido por prescripción facultativa media hora (ni un minuto más ni un minuto menos) y los habían restituido a casa en perfecto estado de conservación. El criado comenzó a ser
misa de once a San José con mademoiselle (la cual también se sentaba a
acia: ?Araceli, por ser día se?alado le regalo este bolsillito.? Miro el bolsillo y veo que es el mío, que había dejado olvidado sobre la silla. La vizcondesa había estado arrodillada cerca de mí sin que la viese y advirtiendo cuando me levanté que dejaba el bolsillo se apresuró a recogerlo. ?Lo que pudimos reír...! Al salir,
a la gentil narradora. Su papá rumiaba tranquila y filosóficamente como un buey; su mamá, como siempre, se hallaba distraída, inquieta, en espera a cad
r a su se?ora noticia de un encuentro a
una mujer de mantón... Aquella mujer parece Aurora, digo para mí... Y así fue como lo pensé: la m
durante algunos a?os en casa de Escudero, se había ca
viese. ?Qué delgada, qué descuidada, qué sucia! Vergü
Escudero, asustado del susto de su esposa, soltó el tenedor que cayó en
? ?Y les besa una mujer que vive en uno de esos barrios sucios, llenos de miseria, y habita en una casa que será
a engullir tranquilamente-, no es tan seguro que la casa de Aurora sea un foco
ia no escu
..! ?Yo no quiero contagio...! ?yo
olución de sublimado y les restregó los labios y las mejillas casi hasta hacerles brotar la sangre. Los ni?os protestaban con altos gritos de aquel lavatorio intempestivo y cruel. La con
rla. Sin embargo, al cabo de pocos minutos se presentó de nuevo con una carta urgente para el se?o
re Ma
venía viviendo en la mayor miseria y por fin le notificaba que el casero le había pue
los daré!-exclamó don Ramón, que era hom
su despacho. Miró su libro de gastos y vio que el día anterior había quedado agota
r... Lo siento mucho.
pá!-exclam
.. no puede ser...-r
y tan exacto que, una vez agotada ésta, por nada ni por nadie haría un adelanto sobre el presupuesto del mes siguiente. Fue necesario con
gua. Las costumbres excéntricas pero respetables de la marquesa de C.***, tía de su amiguita Enriqueta, la belleza de la condesa de B.***, los trajes de la duquesa H.***, los escándalos del barón de S.***, un
áldica le impulsó a dirigir
esito del Lago? Dicen que es
cogió de homb
de última, pero no le oí
ita que es un ch
to a nuestro joven que aquella frase. Obscureciose s
to del Lago e
rima-. No asistiendo al Ateneo y no citando a l
que iban a preguntarle en el examen y preparándole su ayo
cho romano si es marqués?-replic
la de Tristán. Sin embargo, Escudero hizo callar a su hija, porque