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Tristán o el pesimismo

Chapter 7 SUS AMIGOS

Word Count: 5465    |    Released on: 06/12/2017

u cuarto después del almuerzo,

han dicho nada-dijo en un tono

orque traía el chaquet raído, los pantalones deshilachados, el sombrero con grasa y las barbas terriblemente aborrascadas.

más leal, más cari?oso, más abnegado. Al compás de los progresos que nuestro joven hacía tanto en la Universidad como en el Ateneo y la prensa, crecía en proporción geométrica la admiración de García. Cuando Tristán publicó sus primeros artículos y poesías en una revista, juzgole de golpe un gran hombre, y de esta opinión ya no le apeó nadie en toda la vida. Al ponerse a la venta el a?o anterior su volumen de poesías titulado Enga?os y Desenga?os, García le creyó

hoso y a ratos poco comunicativo de su amigo. Encendió éste un cigarro, le ofreció otro y se puso a pasear de una esquina a otra del despacho exactamente como si estuviera solo. García tenía un lib

he tenido una agarrada

dejó escapar por la nariz un soni

a con el directo

mala gana el joven dignándo

sea no dan derecho a mixtificar (es una palabreja que emplea a troche y moche), a mixtificar la tierna inteligencia de sus discípulos.?-?Se?or director-le contesté-, cuando yo me autorizo el citar con elogio una composición cualquiera es porque estoy persuadido de que lo merece sin que la amistad ni otro motivo cualquiera tenga parte en ello.?-??Acaso se figura usted que su amigo (que no pasa de ser un principiante) puede colocarse a la altura de los gra

o Greco-latino y algunas lecciones particulares. En total cincuenta o sesenta duros al mes. Había hecho ya tres oposiciones a cátedras de R

clamó Tristán con acento donde se transpare

disposiciones para él. Frecuentaba asimismo las salas de armas, pero aquí sus éxitos habían sido muy inferiores. Penetraron, pues, en el recinto del tiro y fue recibido por los tres o cuatro parroquianos que allí había con muestras de respeto como una lumbrera del arte. Tristán dio claras pruebas de que merecía este honor metiendo ocho balas seguidas a voz de mando en un peque?o círculo del tama?o de un duro. Es imposible imaginarse el rendimiento, la veneración con que el mozo que cargaba las pist

l gran poeta don Luis de Rojas, el amigo cari?oso y el maestro venerado de Tristán. Era un viejecito pulcro, de facciones correctas y ojos vivos que gastaba perilla y bigote enteramente blancos ya y el cabello cortado en media melena como tributo pagado a su gloriosa juventud romántica. Traía un nietecito de la mano que Tristán besó y agasajó mientras García se apartó respetuosamente algunos pasos. Maestro y discípulo departi

al mismo tiempo la mano-; que no falte usted el

che en su casa. Era una tertulia casi exclusivam

ado de su predilección afectuosa, comenzó luego que

e en idioma alguno unos versos más melodiosos. Hasta en sus últimas composiciones, cuando ya no es más que un pobre viej

omposición del más famoso poeta espa?ol. García aprobaba con el gesto y con algunas palabras sue

n tiempo en silencio. De pronto García

de relevante mérito. La pompa es magnífica, muy patética y de much

s si de vergüenza o de placer;

or Dios, no

Rojas es único para el número en Espa?a... Pero pre

Dios,

no puedo transigir con la metonimia que Rojas emplea en el quinto verso de la segunda octava. Es más que atrevida, disparatada. Eso de ?las estrellas sus

ando. García manifestó

etras y de inculcar en la inteligencia de mis discípulos las primeras nociones de la Poét

ta de esta decisión inquebranta

lle del mismo nombre hasta el Ateneo. Allí se despidieron. García no era

is a?os: de más edad por lo tanto que nuestro joven; rubio, con ojos de color indefinible tirando a verde, penetrantes y maliciosos; la barba rala y partida por el medio. Vestía con la elegancia un p

?endo la orilla de los coches vuelta hacia ellos la cabeza y quitándose el sombrero cada cuatro pasos, sin conocer a nadie, sólo para que las damas pedestres los admiren y veneren; esos aristócratas que pas

ntar la cabeza, pero miró con el rabillo del ojo a su

s amigos; la juventud se ocupa en descifrar las charadas o en contestar a las preguntas que proponen los periodiquitos ilustrados: ??cuál es el mejor literato? ?cuál es el torero más bruto??, etc. Y contestan siempre los que no han leído un libro ni han asistido a una corrida. Los viejos piropean a las jóvenes y las siguen y hablan de política y no saben una palabra de la profesión que

s, como estuviese jugando con el bast

e impaciencia, lo recogió y se

de se las colocase? Esta ley de la gravedad que nos encadena al suelo, que nos pone grillos al nacer como si fuéramos presidiarios, ?

ltó una

he visto. ?Me río yo de las estepas de la Siberi

su amigo. Nú?ez, como ya se ha dicho, le llevaba ocho o diez a?os de edad, gozaba de un nombre ilustre como pintor, frecuentaba la alta sociedad y era temido y agasajado por su mordacidad. Estas circunstancias hacían que Tristán se sintiese halagado por aquella amistad que, aunque nacida hacía dos a?os nada más, había adquirido gran intimidad, hasta llegar a tutearse. Por su parte Nú?ez hizo de

nzado de aquellas exte

eguntarlo, porque en medio de ese páramo, el Sotillo viene a ser un jardi

ento ni ocasión alguna podía desechar de si. Por esto y aún más porque el nombre del Sotillo le trajo de nuevo a la imaginación la intriga indigna tramada contra él, su semblante volvió a obscurecerse. Nú?ez no reparó o no quiso reparar

joven del Escorial ?est

cir?-repuso con

l en las cosas temporal

or aquella desvergonzada pr

rimonio más feli

a hermosa mujer, un ejemplar admirable de nereida...

e ponía cada vez más hosc

paratar. Es la obra de un idiota o de un loco.? Y las carcajadas fluían de su boca y tenía que apoyarse en la pared para no caer de risa. Sigo caminando y unos cuantos pasos más allá, al dar vuelta a la calle del Príncipe, encuentro al mismo Sánchez Abellán. Nos saludamos, cambiamos algunas palabras, y de buena

ninguna-dijo Tri

con curiosidad burlona

trigo candeal y produce harina blanca superior... Vamos a ver, ?no es una satisfacción observar cómo esos dos

te y quitándose el sombrero. A Tristán le sorprendió un poco aquel saludo aunque no dijo nada. Pero ahora, como cruzara otro jov

é saludas tan respetuos

róximo. Este de ahora ha publicado ya tres artículos en El Defensor de los Ayuntamientos sobre El individuo y el Estado. Ahora bien, estos jóvenes que discuten la cuestión social y escriben sobre las relaciones del individuo y el Estado son indudablemente los futu

es un artista, qué te import

er en Espa?a un mediano colorist

quedó unos instantes pensa

también necesitamos la a

a uno de los dos Cuerpos colegisla

vo, hoy traes

qué atenerse, porque lo ignora todo de ti. Pero estampa debajo del título, verbi y gratia: ?por Tristán Aldama, diputado por Puertocarnero o senador vitalicio?, y y

ustavo!-exclamó

sí! El público necesita

a pasar por la salita, pero viendo a nuestros amigos se

Valleumbroso, no s

uelta y quedó en

iere usted sustraerse a las felicitaciones de los amigos.

rme?-exclamó el joven sonriendo, hacié

vedades literarias, la trompeta de la fama ha traído a mis oídos la noticia de que ha publicado usted un v

rojecieron súbitamente y

se titula Pel

Pétalos al aire-se ap

beza... Es que suena algo parecido... Bien se conoce que soy profano en asu

as-dijo el po

ecía: ?Lo único que puede leerse entre lo recientemente publicado son los Pelillos... (usted perdone)... lo

o se moleste usted

e el presupuesto del más aficionado a las letras no padece mucha alteración aunque se proponga s

con muc

ecelo. Así que no fue posible retenerle allí más tiempo a pesar de los esfuerzo

ya hablaremos de esos Peli... de esos Pé

gos y caídos como los de los chinos y unos ojos saltones, resplandecientes, que sonreían al vacío. Vestía levita negra, larga, amplia, flotante y no muy limpia. Más

ó Nú?ez-, el sabio enciclopédico, que es

ento y reposado y su faz académica se dilat

ue sin duda le molestaba, y acomodándose en un

istán y como hablándole en

í, no puedo menos de sentirme inquieto, cohibido. Parece que está uno del

no tiene usted motivo para

en un rincón comiéndose una ración de ri?ones salteados. ??Ves aquel se?or que está en la mesa de la esquina?-le dije al amigo que conmigo venía-. ?Q

a la par que los estigmas sintomáticos de la idiosincrasia

, se?or Pareja;

. ?Raza de c

re más notable de mi raza. Cuando tenía veinte a?os, conquisté a mi patrona que tení

a primacía!-exclamó el sabio soltando

e de nuevo hacia Tristán-no es tanto su talento de observador como la pro

y muestra la imposibilidad de reducir el conocimiento intuitivo al conocimiento abstracto-exp

oy florecen en Espa?a, estoy convencido d

os demás suenan a hueco?-preguntó

mí incomprensible, se?or Pareja, es cómo ha llegado usted a profundizar materias tan

observación; horas destinadas a la especulación; horas destinadas a la práctica, sin que jamás ni por ningún

ía a Nú?ez y Tristán miradas tan amables y condescendientes que resisten a toda descripción. Im

dea del número de notas que he tomado. Hablé con muchos penados, me enteré de infinidad de historias, verdaderos casos clínicos

omentos de tristeza y desesperación, si algo puede llevar el sosiego al alma ulcerada del delin

í es. Usted sabe poner l

vez se m

ne usted los pun

dácticas al alto con tal alegría que ningún emperador la sintió mayor a

ue desde hace algunos días vengo haciendo estudios también en los barrios bajos de Ma

ted repartido el folleto de E

llí igualmente bastantes delincuentes, éstos no son in actu, sino in potentia. Dejando, pues, aquellos folletos par

ecer el equilibrio en la nutrición. La creencia en Dios y en la inmortalid

es así. Usted sabe poner

e síntoma de aburrimiento, la enfermedad se declaraba en él con tal violencia que no s

e hacerle correr. Pero entre todos los asnos antiguos y modernos ning

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