La Herencia de Alba
pte
nas personas unidas en torno a unos intereses económicos. En Madrid, el servicio se había acostumbrado a tan singular comportamiento, incluso la cocinera ya no se tomaba
rticular había una siniestra razón que nos empujaba a abandonar Madrid: la gripe. La prensa española hablaba abiertamente de la epidemia que asolaba Europa y Estados Unidos y que llamaban «española» porque el brote más severo, del
edia mañana, arreciaba a mediodía y se acostaba temprano. Retomé la costumbre de veranos anteriores de pintar entre las ocho y las diez, antes de que se transformara el lugar en un hervidero de gente vociferante y de que el sol arruinara mi obra. Dentro de
alón corto y armado de un redeño y un cubo, se deslizaba entre las pozas en busca de los regalos que ofrecía el mar: cangrejos, quisquillas y pulpos. Busqué la sombra que proyectaba la ermita, desplegué la silla, me puse el mandil, abrí el maletín y me senté. Una vez fijada la hoja sobre el tablero con esparadrapo, la mojé con una brocha y la dejé secar mientras afilaba el lápiz y me
chico
me había percatado de que el modelo se había es
asiado lejos para apreciarse el parecido. En r
a. ¿Cómo sabe qué c
paciente, como si fuera un sacrificio estar quieto más de un m
idad innata y dedicación, es decir, que muestres cierta
usta pescar y tengo facilidad en conseguir buenos pulpos -alzó el cu
hico, a quien le calculé
no creo que un oficio forme pa
dre. Mi m
o lamen
Fue hace mucho. ¿Vend
ga demasiado viento me enco
ntará más de cerca
aré un retrato.
ca. Con el rumor de las olas como compañía, comencé a armar mi estudio portátil, saqué una lámina,
nos
risa de oreja a oreja-. Solo te necesitaré para realizar el esbozo y después podrás irte, ¿de ac
s, para serv
la oreja, al mentón. La roca sobre la que se había sentado tampoco era de su acomodo por cómo intentaba moverse sin que
necesitaré para algunos retoques. Mi
líneas ya me reconozc
de emplear mucho el lápiz. Ahora, marcha por ahí, me pone nervios
as. Yo me perdí en la mezcla de colores terrosos, en los rasgos del rostro inf
en lo cierto.
a a causa de la voz a mi espalda
con
su
e tan admirable chiquillo y me hallé frente al caballero de la estación. Nada en su actitud reveló que me
a algún acuer
qué se refiere? -in
obra por s
el juego. El caballero no era tan inocente como parecía. Me recordaba, pero se me esc
esetas el
r la ofensa. El hombre, sin dejar
stas callejeros son
París -contes
si sonriesen por mi falta
n poco lejos. ¿Tardar
de minutos
descuido en los detalles me ruborizó. ¿Cómo se pueden ge
or sup
ino. Escogí un color que destacase y firm
e quedo co
del día anterior q
s paisajes son más com
obra por u