La Herencia de Alba
pte
descubierta por algún conocido. Jugaba con fuego y reconocía en mi fuero interno que me gustaba, me hacía sentir viva, rompía con la monotonía de los días. El incentivo de ganarme unas pesetas añadía enjundia a la aventura. Era consciente de que, aunque aumentaba la hucha, no era suficiente para vivir de ello y, en invierno, no podría pintar al aire libre. Era impensable mi arte como medio de subsistencia, pero era agrada
acuerdo -ofrecí nerviosa. Me ha
sta de la lámina. Guardaron silencio mientras
erto que no es la idea de un retrato, pero me e
s colgarlo en el sal
nto por mi esposa de una forma magistral y delicada. Es usted una gran artista. Me lo había comentado un amigo, p
veraneo -confesé, son
rante unos días -advirtió la señora con
uso el señor-. Cuando llue
osa que se arremolinen a mi alrededor y hablen.
razones tendrá -disuadió la señora y me guiñ
que rompiera a llover de forma seria. Crucé las vías del tranvía y la plaza hacia el Casino y, para m
ó el padre de Miguel-. L
me vean acompañada. Acepto hasta
o físico y aislamiento, tanto que me llegaba el olor de la lo
que se apartaba para ofrecerme mejor perspectiva sobre la
eptar y necesitaba regresar cuanto antes,
qué lo
casa. Tengo una cita
primer día fue una broma, pero ust
a que tiene. Mi destreza no se adquiere en un dí
a sesgada y tiró de mi brazo p
pida y
div
aburro. ¿Cómo ter
le importa l
Su conducta n
omo si fuera un insecto objeto de un estudio -re
idimos en horario.
que me mudaba a casa de la abuela. Recorrimos el resto de la calle en silencio y, por el camino, me fui relajando. De reojo observé su perfil: era apuesto y mayor que yo, los treinta ya l
aquí -sugirió ante la verja-. Tendrá que echar esa carrera, a l
sarcasmo-, siempre pendiente de mis
Sardinero es un espacio muy p
e trataba de una iron
que estamos destina
mangué la falda para no tropezar y dejar mayor amplitud a la zancada, y corrí con el maletín y la silla en la otra mano hasta la tejavana de la entrada de la villa. Estaba lejos y no me de