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El Abate Constanín

Chapter 2 No.2

Word Count: 4175    |    Released on: 06/12/2017

ongueval. Cuando en 1846, el abate Constantín vino a tomar posesión de su peque?o curato, un doctor Reynaud, el abuelo de Jua

suelto a permanecer en París, para tentar fortuna; todo le prometía la más feliz y brillante carrera, cuando recibió en 1852 la noticia de la muerte de su padre, ocasionada por un ataque d

jo ella,-es prec

yamos los dos. ?Crees, acaso, que t

adre! ?No, nunca lo haré, hijo mío, jamás! Vete solo, porque tu vida y tu porvenir te

a-respondió é

nsistía en no abandonar a su madre anciana y enferma. En este deber aceptado y cumplido con toda su naturalid

lo dejara. Entregose completamente, sin pesar, con placer más bien, a la obscura profesión de médico de aldea. Su padre le había dejado un poco de dinero,

Se casó con ella en 1855, y el a?o siguiente reservaba un gran dolor y una

tó la plegaria de los muertos en la tumba de la abuela

con el mismo corazón y el mismo movimiento, se sintieron atraídos uno hacia el otro. Sintieron que pe

uaves, en el goce de la plena satisfacción de

odo, al cabo de algunos a?os se inquietaron, pues su discípulo sabía ya casi más que ellos. Por ese tiempo fue la Condesa, después de la muerte de su marido, a establecerse en Lavarden

o al doctor Reynaud, y un día l

eptor de Pablo es un joven muy distinguido, que hará adelantar a los dos ni?os,

cto, al peque?o gentil-hombre excelentes ejemplos de trabajo

laza principal de la aldea; llevando por capellán al abate Constantín y por cirujano mayor al doctor Reynaud. Los

ama Reynaud y Juan esperaban a la orilla del camino. El ni?o se arrojó en los brazos de su padre: ?Llév

se volvió, lanzando hacia su mujer y su hijo una larga y p

ado barricadas en las casas. La fusilería estalló. Un movilizado que marchaba a la cabeza, recibió una bala en el pecho y cayó. Hubo un momento de confusión

aban con las tropas, se detuvieron junto al herido

er-dijo el doctor;-s

aldea. No habría andado diez pasos, cuando se detuvo, abrió los brazos y cayó de golpe al

ueval los restos de su amigo, y detrás del ataúd, a la salida de la iglesia, caminaba un huérfano. Juan había perdido también a su madre. Al recibir la noticia de la muerte de

rometía también ser lo que había sido su abuelo, lo que había sido su padre: trabajador y bueno. Hay en Francia familias como ésta, muchas, muchas más de lo que se cree; nuestro país se ve calumniad

o permaneció triste y silencioso. La noche del entierro de s

dote leía su breviario; la vieja Paulina iba y venía arreglando todo. Una hora pasa

adre me ha deja

?a, que el abate estupefa

ntas si tu

si mi padre me ha

bido dejar

re en la comarca que mi padre era rico. De

... Me pregunta

nta, en semejante momento! No obstante, creía conocer el corazó

ntinuó Juan con dulzura,-después o

eía, según dicen, dos o

es mucho

mucho

ese diner

ese dine

jo de una pobre mujer de Longueval... la anciana Clement, ?sabéis? Y también al hermano de Rosalía, con quien yo jugaba cuando era n

os de Juan, y atrayéndolo hacia sí, lo rodeó con sus brazos

anciano sacerdote, rodaron lentamente sobre sus mejill

erencia de su padre, no tenía aún el derecho de disponer de ella

duda, mi

Creo que nombrarán a M. Lenient, el notario de Souvigny, que era uno de lo

an fueron tan vivas, tan conmovedoras, que el notario consintió en tomar de las rentas la suma de dos mil cuatrocien

condujo perfectamente

ido. No puedo desear nada mejor para mi hijo. Me resigno a abandonar momentáneamente Lavardens, porque Pablo quiere ser soldado, entrar en Saint-Cyr, y sólo en París encontraré los maestros y

uan a su lado, y su alma se desgarraba al pensar en la separación; ?pero dónde estaba el i

,-?quieres venir a vivir conmigo y co

arme aquí!-dijo, mirando al cura que volvió la cara a otro lado.-?P

lmente vuestros estudios. Pablo se preparará para

n, se?ora, q

, tu padre hablaba de tu porvenir, de tu carrera: debías ser médico, como él, médico de aldea, médico de

rdo, me

, porque eres verdadero hijo de tu padre, y serás un hombre honrado y trabajador; no se puede ser lo uno sin lo otro. Y un día en la casa de tu padre, en el mismo lugar donde él ha hecho tanto bien, los pobres de la aldea hallarán otro doctor Reynaud que los socorrerá como

me ve, y si me oye, estoy seguro que me c

r él

to, sin tener necesidad de reflexionar me dije que yo sería soldado... ?y

a crisis de desesperación. La Condesa y

todo lo que quieras, ser

al tiempo. Juan es un ni?o y cambiará de idea. En l

recibió el undécimo lugar en la Escuela Politécnica. El día en que se p

ito y no en el servicio civil... En fin, si conservo mi lugar en la

1878. Acababa de cumplir veintiún a?os. Era mayor de edad, due?o y se?or de su fortuna, y el primer acto de su administración fue un grande, grandísimo gasto. Compró para la anciana Clement y para la peque?a Rosalía, que ya era g

erecho de elegir uno de los puestos vacantes. Había uno en el regimiento acuartelado en Sou

da y la muerte de su padre. Y el abate Constantín pudo gozar la alegría de tener tan cerca al hijo de su amigo... Y si debiéramos decirlo todo, no sentía mucho que Juan hubiera dejado de ser médico. Cuando salía de su iglesia, después de haber dicho su misa, y veía flotar por el camino una

cia el abate, pues sabía que siempre había un terrón de azúcar para él en el bolsillo de aquella vieja sotana negra, gastada,

pues para los viejos de Longueval siempre era el peque?o Juan. Cierto paisano todo arrugado y agobiado, no pudo nunca quit

ieja Clement y la risue?a cara de Rosalía. Esta última se había casado el a?o anterior, siendo Juan uno

erta del presbiterio del Longueval. Entró seguido dócilmente por su caballo, que por sí mismo fue a colocarse bajo una especie de e

buena Paulin

?Quieres saber lo que hay? Sopa de

ro todo eso y me

a preparar. Comerán a las seis y media en punto, porque

está mi

triste el se?or cura,

a sé,

to cuando tú vienes! Cuidado... mira que Loulou se

elta al bosque

gran montón de pasto seco. Después entró a la casa, quitose el sable y cambió el quep

eralmente dormía con tanta facilidad como un ni?o. Su alma estaba desgarrada. ?Longueval en manos d

mucho dinero par

los cabellos rojos! Iré seguramente por mis pobres, iré... y ella me dará dinero, pero no me dará nada más que dinero. La Marquesa daba algo más, daba parte de su vida, parte de su corazón, juntos íbamos todas las se

do con una inmensa ensaladera de loza, sobre la cual c

ensalada. Juan, ?quier

alegremente.-Hace mucho ti

he comerás... Toma,

an se inclinaba para recibir las hojas en l

de cascabeles. Se acercaba un

ba separado del camino por una verja muy baja

cos, manejados por un cochero de blusa. Junto al cochero iba un criado con librea de la más severa y perfecta co

verja del jardín, el cochero detuvo los

-Luego, volviéndose a sus clientas:-A

sus miradas, no sin cierto asombro, en el joven oficial que se encontraba allí algo confuso con s

entaba veinticinco a?os), dirigiéndose al abate, le di

o, se?or, y podréis acordarme durante cinco minutos vuestra atención?-Luego, designando a su compa?era de viaje:-Miss Bettina Percival, mi hermana:

a bus

se preparara a ir por

se?orita, que

l sirviente os las entregará. E

ellos, no rojos, sino rubios, con reflejos dorados en los que jugaba con delicadeza la luz del sol. Saludó a Juan con u

l abate Constantín introducía en el presb

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