El Abate Constanín
ongueval. Cuando en 1846, el abate Constantín vino a tomar posesión de su peque?o curato, un doctor Reynaud, el abuelo de Jua
suelto a permanecer en París, para tentar fortuna; todo le prometía la más feliz y brillante carrera, cuando recibió en 1852 la noticia de la muerte de su padre, ocasionada por un ataque d
jo ella,-es prec
yamos los dos. ?Crees, acaso, que t
adre! ?No, nunca lo haré, hijo mío, jamás! Vete solo, porque tu vida y tu porvenir te
a-respondió é
nsistía en no abandonar a su madre anciana y enferma. En este deber aceptado y cumplido con toda su naturalid
lo dejara. Entregose completamente, sin pesar, con placer más bien, a la obscura profesión de médico de aldea. Su padre le había dejado un poco de dinero,
Se casó con ella en 1855, y el a?o siguiente reservaba un gran dolor y una
tó la plegaria de los muertos en la tumba de la abuela
con el mismo corazón y el mismo movimiento, se sintieron atraídos uno hacia el otro. Sintieron que pe
uaves, en el goce de la plena satisfacción de
odo, al cabo de algunos a?os se inquietaron, pues su discípulo sabía ya casi más que ellos. Por ese tiempo fue la Condesa, después de la muerte de su marido, a establecerse en Lavarden
o al doctor Reynaud, y un día l
eptor de Pablo es un joven muy distinguido, que hará adelantar a los dos ni?os,
cto, al peque?o gentil-hombre excelentes ejemplos de trabajo
laza principal de la aldea; llevando por capellán al abate Constantín y por cirujano mayor al doctor Reynaud. Los
ama Reynaud y Juan esperaban a la orilla del camino. El ni?o se arrojó en los brazos de su padre: ?Llév
se volvió, lanzando hacia su mujer y su hijo una larga y p
ado barricadas en las casas. La fusilería estalló. Un movilizado que marchaba a la cabeza, recibió una bala en el pecho y cayó. Hubo un momento de confusión
aban con las tropas, se detuvieron junto al herido
er-dijo el doctor;-s
aldea. No habría andado diez pasos, cuando se detuvo, abrió los brazos y cayó de golpe al
ueval los restos de su amigo, y detrás del ataúd, a la salida de la iglesia, caminaba un huérfano. Juan había perdido también a su madre. Al recibir la noticia de la muerte de
rometía también ser lo que había sido su abuelo, lo que había sido su padre: trabajador y bueno. Hay en Francia familias como ésta, muchas, muchas más de lo que se cree; nuestro país se ve calumniad
o permaneció triste y silencioso. La noche del entierro de s
dote leía su breviario; la vieja Paulina iba y venía arreglando todo. Una hora pasa
adre me ha deja
?a, que el abate estupefa
ntas si tu
si mi padre me ha
bido dejar
re en la comarca que mi padre era rico. De
... Me pregunta
nta, en semejante momento! No obstante, creía conocer el corazó
ntinuó Juan con dulzura,-después o
eía, según dicen, dos o
es mucho
mucho
ese diner
ese dine
jo de una pobre mujer de Longueval... la anciana Clement, ?sabéis? Y también al hermano de Rosalía, con quien yo jugaba cuando era n
os de Juan, y atrayéndolo hacia sí, lo rodeó con sus brazos
anciano sacerdote, rodaron lentamente sobre sus mejill
erencia de su padre, no tenía aún el derecho de disponer de ella
duda, mi
Creo que nombrarán a M. Lenient, el notario de Souvigny, que era uno de lo
an fueron tan vivas, tan conmovedoras, que el notario consintió en tomar de las rentas la suma de dos mil cuatrocien
condujo perfectamente
ido. No puedo desear nada mejor para mi hijo. Me resigno a abandonar momentáneamente Lavardens, porque Pablo quiere ser soldado, entrar en Saint-Cyr, y sólo en París encontraré los maestros y
uan a su lado, y su alma se desgarraba al pensar en la separación; ?pero dónde estaba el i
,-?quieres venir a vivir conmigo y co
arme aquí!-dijo, mirando al cura que volvió la cara a otro lado.-?P
lmente vuestros estudios. Pablo se preparará para
n, se?ora, q
, tu padre hablaba de tu porvenir, de tu carrera: debías ser médico, como él, médico de aldea, médico de
rdo, me
, porque eres verdadero hijo de tu padre, y serás un hombre honrado y trabajador; no se puede ser lo uno sin lo otro. Y un día en la casa de tu padre, en el mismo lugar donde él ha hecho tanto bien, los pobres de la aldea hallarán otro doctor Reynaud que los socorrerá como
me ve, y si me oye, estoy seguro que me c
r él
to, sin tener necesidad de reflexionar me dije que yo sería soldado... ?y
a crisis de desesperación. La Condesa y
todo lo que quieras, ser
al tiempo. Juan es un ni?o y cambiará de idea. En l
recibió el undécimo lugar en la Escuela Politécnica. El día en que se p
ito y no en el servicio civil... En fin, si conservo mi lugar en la
1878. Acababa de cumplir veintiún a?os. Era mayor de edad, due?o y se?or de su fortuna, y el primer acto de su administración fue un grande, grandísimo gasto. Compró para la anciana Clement y para la peque?a Rosalía, que ya era g
erecho de elegir uno de los puestos vacantes. Había uno en el regimiento acuartelado en Sou
da y la muerte de su padre. Y el abate Constantín pudo gozar la alegría de tener tan cerca al hijo de su amigo... Y si debiéramos decirlo todo, no sentía mucho que Juan hubiera dejado de ser médico. Cuando salía de su iglesia, después de haber dicho su misa, y veía flotar por el camino una
cia el abate, pues sabía que siempre había un terrón de azúcar para él en el bolsillo de aquella vieja sotana negra, gastada,
pues para los viejos de Longueval siempre era el peque?o Juan. Cierto paisano todo arrugado y agobiado, no pudo nunca quit
ieja Clement y la risue?a cara de Rosalía. Esta última se había casado el a?o anterior, siendo Juan uno
erta del presbiterio del Longueval. Entró seguido dócilmente por su caballo, que por sí mismo fue a colocarse bajo una especie de e
buena Paulin
?Quieres saber lo que hay? Sopa de
ro todo eso y me
a preparar. Comerán a las seis y media en punto, porque
está mi
triste el se?or cura,
a sé,
to cuando tú vienes! Cuidado... mira que Loulou se
elta al bosque
gran montón de pasto seco. Después entró a la casa, quitose el sable y cambió el quep
eralmente dormía con tanta facilidad como un ni?o. Su alma estaba desgarrada. ?Longueval en manos d
mucho dinero par
los cabellos rojos! Iré seguramente por mis pobres, iré... y ella me dará dinero, pero no me dará nada más que dinero. La Marquesa daba algo más, daba parte de su vida, parte de su corazón, juntos íbamos todas las se
do con una inmensa ensaladera de loza, sobre la cual c
ensalada. Juan, ?quier
alegremente.-Hace mucho ti
he comerás... Toma,
an se inclinaba para recibir las hojas en l
de cascabeles. Se acercaba un
ba separado del camino por una verja muy baja
cos, manejados por un cochero de blusa. Junto al cochero iba un criado con librea de la más severa y perfecta co
verja del jardín, el cochero detuvo los
-Luego, volviéndose a sus clientas:-A
sus miradas, no sin cierto asombro, en el joven oficial que se encontraba allí algo confuso con s
entaba veinticinco a?os), dirigiéndose al abate, le di
o, se?or, y podréis acordarme durante cinco minutos vuestra atención?-Luego, designando a su compa?era de viaje:-Miss Bettina Percival, mi hermana:
a bus
se preparara a ir por
se?orita, que
l sirviente os las entregará. E
ellos, no rojos, sino rubios, con reflejos dorados en los que jugaba con delicadeza la luz del sol. Saludó a Juan con u
l abate Constantín introducía en el presb