El Abate Constanín
lo de Lavardens esperaba a Juan en el patio del cuartel. Apenas
manejaba cuatro poneys negros, ?con un desenfado! Las saludé... ?Has hablado de mí
ponder! ?A qué p
a úl
e llevo a
S
. No quieren ver a n
verás a Longueval
tía de la iglesia. Y a más descubrieron que yo podía prestar peque?os servicios; conozco muy bien los caminos, y van a utilizarme como guía. En fin, yo no soy nadie, mientras que tú, Conde Pablo de Lavardens, tú eres alg
menos cierto que durante estos diez días toma
una v
nta belleza, tanto lujo! ?Oh... el lujo quizá más que la belleza! El lujo en ese grado me aturde, me trastorna. Los cu
Bet
si mamá no me hubiera detenido!... pero estoy pronto para volver a empezar. ?Ah, cuán feliz sería conmigo! Le haría pasar una existencia de princesa encantada... En su lujo vería el gusto, el arte y la ciencia de su marido. Pasaría mi vida en componerla, engalanarla, emperifollarla y pasearla triunfante a través
o, te lo
á, he ganado el corazón de una preciosa persona, cuyo mayor defecto es poseer un capital de unos veinte millones y una renta de dos o tres millones... Se exagera siempre que se habla de centenares de millones: para mí yo sabré las verdaderas cifras, y eso me basta... Esa noche, mamá se quedará encantada, porque en resumidas cuentas, ?qué desea ella p
No pienso ni p
eso estoy conforme; pero por más que digas y hagas... Escuc
-respondió
que digo... ?Hasta la vis
sipó, como por encanto, la ligera turbación que agitó su alma en el primer encuentro. Preparábase a volver a verlas con mucho pla
aría de no ver demasiado la belleza de Zuzie y Bettina; trataría de no perderse, como lo hizo la víspera, en la contemplación de los cuatro piececitos colocad
y Juan vivieron con la misma vida, en la más estrecha y confiada intimidad. Las dos hermanas hacían por
ía por ambas la misma abnegación, idéntico afecto, y era completamente feliz, estaba completamente tranquilo
rcarse el día que traería a Longueval a los Turner, los No
de la tarde, cuando Juan vino al ca
no es nada; ma?ana estará bien; pero hoy no me atrevo a salir sola
nte-respo
a despediros, y
que creía poder pasar con vos. ?Pero ya que es pr
hadme. Teníamos intención, mi hermana y yo, de bloquearos esta noche después de comer, en un rincón del salón, y entonces mi hermana tomaría la palabra para deciros lo que voy a tratar de expresaros a
ita, yo soy quien
vimos el placer de encontrar amigos, sí, amigos. Vos nos habéis llevado de la mano a casa de nuestros inquilinos, de nuestros guardabosques; en tanto que vuestro padrino nos llevaba a ca
os servicios que mi padre y mi abuelo les prestaron. Además, soy de su raza, de la raza d
ecéis estar or
loso ni h
que mi bisabuelo también era agricultor en Breta?a, y se trasladó al Canadá a fines del sig
me veré obligad
or
ción en guarnición... pero cuando sea un viejo comandante o un viejo coronel
mpre
solo? Espe
intención
ramen
s con quié
casarse, pero no debe b
sí, os lo aseguro; sin ir más lejos
mo s
ria! sois lo que se llama un buen par
os lo
e?or
o mal-dijo Juan, co
tan contento como cuando hablaba de vos; entonces, por la ma?ana, en nuestros paseos, cuando estoy sola con él, para darle gusto, le hablo de vos, y él
a no enojarse por las
o mil franc
nos, no c
treinta mil francos. En fin, tenéis una exce
mi mano?.
ta gente es la misma cosa! Doscientos mil francos por un lado, trescientos mil por otro. ?Según parece es una su
e dos precios
, eso se d
pues yo me resistía, me obligaron a conversar
ento
o, no experimenté ningún sentimient
mente Bettina,-ni la
i cuartujo de soltero; pues pienso que vale más n
bién l
, con gran sorpresa de ambos, no encontra
y Bella se precipitaron al salón
?estáis ahí, se?or Juan, v
acaba de llegar de París, trayendo para los ni?os u
n efecto, eran dignos de figurar en