Honor de artista
va
io cierto cuidado a las Hermanas de Auteuil, en cuyo instituto educábase la ni?a. La baronesa había visto con muy malos ojos la partida del pintor, por cuanto así se aplazaba indefinidamente la terminación de su retrato, de que ella, a justo título, se sentía
distracciones que reclamaba su estado. Testigo Pierrepont del vivo descontento que causaba a su tía paréntesis tal, le sugirió la idea de apresurar la vuelta del pintor a los Genets haciéndolo acompa?ar de la enfermita, quien con los puros aires del ca
Inglaterra, donde debía permanecer varias semanas,
yectos de matrimo
tros hombres de mi edad bajo aspectos muy halagüe?os... Pero, a medida que me aproximaba, fue tomando tales formas de esfinge y de quimera, que he acabado por d
ía, ?qu
para anticiparse a cualquier objeción te ruega que vayas con Marcel
ondría a la ni?a una doncella, con el exclusivo objeto de que la cuidase; el médico iría a verla diariamente... En fin, el artista,
.. y una... cu
án que ocupaba uno de los ángulos del taller. Sentóse Jacque
has dicho, abandonas los Genets libre de todo compromiso y aun toda
endido bie
ra jurado que amabas a la se?orita de Sar
e Sardonne desde su ni?ez y le tengo cierto afecto... Eso es todo... Sabes, además, que m
se hallaba restablecida, y no hubiera regresado a París si no hubiese creído que debía aprovechar la ocasión para poner a mis relaciones de amistad con Beatriz un pun
undados... y si abrigas, como me parece comprenderlo, proyectos acerca, de la se?or
ita de Sardonne es casi de tu familia, y nuestras conexiones de amistad son tales que no podr
inó con gravedad,
a, y sin duda por eso, por el hastío que engendra el hábito, no te das cuenta de cuan grande es su belleza... ?Oh! ?es fascinadora!... Tiene el puro, serio, y un tanto trágico, encanto de Urania... y de Musa también; es su voz, armoniosa y grave; encanta oírla leer; durante nuestras sesiones para pintar el retrato de la baronesa, mil veces me ha asaltado la loca idea de traerla a mi casa para hacerla el hada de este taller en que nos encontramos... que por la magia de su presencia resplandecería cual otro paraíso... Si hubiese conocido a la se?orita de Sardonne en la alta posición social en que nació, todo eso no habría pasado de un ensue?o pasajero de artista... uno de esos ensue?os que con tanta frecuencia nos asaltan... porque nosotros somos generalmente muy aristócratas en nuestros amores... La mitad de nuestra vida la pasamos por ministerio de la imaginación en muy altas esferas, en muy escogida compa?ía... Vemos con harta frecuencia a las grandes damas en medio de los esplendores de sus palacios, y entrevemos a las diosas tronando sobre sus solios de nubes... Y aun es una de nuestras gran
ande... Todo eso me lo debiste contar... allá... en los...
el pintor-, ?podría contar, querido marqu
n estas materias... Yo no quisiera verte dar un paso en falso... Ante t
solutamente-re
durante la lección de pintura no se te ha escapado
ra vuestr
completa libertad de hacer lo que te plazca. No debo ni puedo oponerme
tiempo, ?crees que acogerá mi demanda
isterioso!... Dicen que en su tiempo tuvo idea de entrar en
tú
o tiene ninguna autoridad legal sobre Beatriz, quien depende en ese punto únicamente de su tutor, cierto antiguo amigo
corto
Beatriz querrá a mi hija, q
suponer lo
que tu tía me permite que
o permite,
uedaron en
estro, ?es cuanto d
ente agradecido... ?Quieres da
iendo dos líneas en una de sus
Moreton in Marsh, Woorceste
as est
. sí... ?Ea,
a mano y s
de verdugo, despiadado e irónico... En vano le había afirmado el artista con palmaria sinceridad que Beatriz ignoraba su pasión; ?qué sabía el pintor? Las mujeres tienen en esos asuntos un don de doble vista sorprendente, y sobre todo con l
a para él, y, en ese caso, podía contar con una pingüe renta para lo sucesivo: quizás era ése el mayor atra
ue su rival encontraría a Beatriz tan inflexible como se le presentara Pedro a él mismo, no
ante cuya lealtad veíase obligado a inclinarse, cuando él se hubiera cr
tos vecinos al odio que se ale
el lenguaje cortés y la casi impasible fisonomía del marqués no habían sido parte a
a poner sus ojos en una joven de elevada cuna, que era al mismo tiempo casi una parienta del marqués, porque ya en más de una ocasión, aun en medio de su franca amistad, había advertido Fabrice cómo tras del amable dilettantismo de Pedro asomaba en ocasiones una punta de protección aristocrática, cual si su ami
abrice a la se?ora de Montauron dándole gracias por sus atenciones, y
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