Incertidumbre
no cesa hasta después de haber dado las doce en el campanario de la iglesia. Los curiosos de la aldea se han alejado, satisfechos de haber admirado algunas elegant
nte a?os de su hija María Teresa, ni el bullicio de las voces juveniles, que llegan hasta el paseante solitario, por las grandes ventanas abiertas de los salones, lo distraen de su melancolía. Las fragantes flores del jardín exhalan en vano sus perfume
qué nos has dejado
toma
an las venta
N
nieblas a la de las jóvenes que h
sus elegantes siluetas, t
ras es el suelo, y con tal persistencia, que hace un momento creía que
a?abas,
el recién llegado. Distraídamente sacó una cigarre
res un
gra
xquisi
me; el tuyo no puede ser apre
quier
r. Cerró la tabaquera con un golpe seco, encendió su cigarrillo, y,
te la fi
brill
s desertado
volverte l
sa. Hacia los veinte a?os, por poco que escaseen los pretendientes, la prima descubre de pronto que el primo es lo que le conviene. De esta manera, no hay miedo de equivocarse, ni sobre el carácter, ni sobre la salud, ni sobre la fortuna. El mundo contempla el suceso con enterne
Jaime y por las exclamaciones grotescas con que
gera
s pretendientes no abundan, no quiere quedarse para vestir imágenes. La vida de familia la abruma; desea llevar una vida más mundana; entonces ?por qué no echarle el anzuelo al primo? Y es po
na Gardanne incapaz d
frutar de fortuna, sospech
de casarte con
ce dos meses, lo que la querida ni?a llama: ?nuestras deliciosas horas de intimidad.? Aunque su mirada es glacial y su nariz ostenta proporciones borbónicas, me conozco: si por desgracia me hablase de su ternura y de su admiración
carece de encanto el casarse con una amiga de la
conocerse a una joven? ?Casi no me atr
ter franco, leal... no compr
lo que será? Papá, el otro día, le dijo, riéndose, que tenía seducido al Conde de
?os?... Si fuera más joven, tal vez me dejaría tentar... Seduce el
ci
ue estuvo a punto de exclamar:-?Ea, cuéntame tu secreto, Juan! ?Acaso no soy tu herman
raleza altiva de su amigo, y los obstácu
sencillo no sería demostrar a Juan la misma confianza que reclamaba de él? Se apr
s es inaccesible. Si nos aventuramos en él ?será a fuerza de sutileza o a golpes de hacha
? ?Cuentas ejercitarte en los corazones extranje
. ?Oh!, muy sobre todo... por huir de la joven que no amo. ?Si supieras cuánta energía se tiene en estas tristes circunstancias! ?Es espantoso! Ma?ana, tomaré el ráp
se?or Aubry me ha parecido algo fatigado en estos últimos días; desearía que descansase de una
Ese peque?o pabellón que tu padre me hizo construir allá, al extremo del jardín, a orillas del Marne, es mi paraíso. Desde allí observo todo lo que pasa en la fábric
ece que ayer hacíamos
s Niel y las yedras, que plantó contra las paredes, guarnecen ahora las ventanas; no puedo abrirlas
, yo veinte. ?Qué dulce compa?erismo nos unía entonces! ?Y cómo nos tratab
antasías prop
caprichos de una d
decía en sus ojos cuando se le corregían sus faltas!... siempre leves. Su inalterable alegría era contagiosa
vó que el sentimiento exaltado convierte a los
el mal proviene de
María Teresa, y así es mejor, pues
. Tú, como mi padre, eres
guida familia; si un día conoció la miseria, antes había
partida, algo que hasta ahora he guardado para mí y que quiero h
tás
habitúas a no ver en ti más que un empleado fiel, cuando debías hacerle comprender tu gran valor. Tú, que tienes tan buena presencia como cualquiera de los jóvenes que la rodean; tú, en cuanto estás cerca de ella, tomas un aire sombrío y unas actitud
er
es. ?Cómo puedes esperar que ella te descubra? ?Piensas que por sí sola, sin que la ayudes un poco, llegará
arle de la manga y decirle: ?At
oche? Has pasado el tiempo vagando como un marido, de puerta en puerta, pa
bry hasta el punto de que me trata como a un hijo; tengo una amplia libertad para hablar con María Teresa veinte veces al día ?y me aprovecharía yo de estas circunstancias para ir a turbar la paz de su hija, procurando hacerme amar? ?No, mil v
intra
ara ella? Olvidas generosamente mi humilde origen, y la manera
eresa supiera...
migo mío, te lo suplico, déjala en la ignorancia. Si ella supiese algo, yo la perdería para siempre. No tendría más esa confianza, ese abandono, que tiene cuando
ero ?no sería mej
ate, ?por favor! Si hablas, d
entro de algunas horas estaré lejos; abracémono
eliz viaje, mi
ulo; su elegante silueta se destacó sobre el resplandor del
espíritu. Sin dejar de sentir infinita gratitud hacia Jaime, por no haberse indignado cuando le reveló el misterio de su corazón, lamenta no ser ya el único due?o de su querido secreto. Teme que una palabra, menos aún, una mirada, un gesto de Jaime
ojos se velan, su corazón se contrae
hiciera desaparecer la distancia que me separa de su hermana? ?Locura
do. Se mira tal como era la tarde de invierno en que el azar lo puso
e alma de ni?o. Experimenta casi la dolorosa opresión que paralizó su corazón y anudó su garganta a su entrada en el salón profusamen
de una ancha mesa cubierta con tapiz verde, se le figuran jueces, tan terr
lde, se?or Aubry de Chanzelles, llega por primera vez a los oídos de Juan. El alcalde habla con claridad en un tono grave y benévolo. En vez de amonestar a aquella mujer, llamada a j
, y luego oye las respuestas embrolladas de la desgraciada que se excusa de no poder mandar todos los días a su chico a la escuela, porq
conmovida, se aleja
El se?or Aubry va a levantar la sesión
an D
Sulpicio, ?por qué prodigio, su sonoridad llena aún los oídos de Juan? Se ve a sí mismo acercarse a la g
emacrada. Intimidado y tembloroso, hace girar entre sus manos una vieja gorra color azul deste?ido, y se detiene ant
el se?or Aubry.-Hace quince días que no se l
eza y con voz la
taba enferma y des
uer
varon hace
lcalde desaparece; bond
ermedad ha m
que aquella frase fue dicha! Súbitament
un mes; pero el médico dijo en seguida que no podía hacers
trabajaba
or la noche. Yo quería trabajar para ayudarla, pero ella no q
tu p
también; era emplomador y se ca
enes pa
, n
tu mamá ?en dónde vives
o. Dijo ella a su hermano, que es carpintero,
pensativo, no
que sintió creyendo h
embros de la comisión,-hemos concluido; pueden
lo con Juan, continu
trabajar de
patrón es muy duro, cuando
con que el se?or Aubry lo contempló durante largo t
el oficio de carpintero no te gu
Us
í,
a que dijo c
se?or alcalde, no p
Aubry s
ión. Yo he sido, como tú, un pobre ni?o desgraciado. Como tú, yo he tenido hambre, he tenido frío. Como tú, yo encontré un hombre que me socorrió. Me ense?ó a trabajar y a ten
ano y marchó a hablar a la po
demostrar su reconocimiento iría a pedir a su bienhechor la mano de su hija? ?No! sería odioso, grotesco. ?No, jamás confiará su amor ni al se?or Aubry ni a María Teresa! Cualquiera que sea el destino que le reserve el ca
let de grandes ventanas y levantados techos de tejas rojizas. María Teresa había sido casi su arquitecto, pues, cuando su constru
las tinieblas, empezaba a revivir; por el cielo se extendía la argentina aurora de una
busca de un reposo que calmase