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Incertidumbre

Incertidumbre

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Chapter 1 No.1

Word Count: 3926    |    Released on: 06/12/2017

no cesa hasta después de haber dado las doce en el campanario de la iglesia. Los curiosos de la aldea se han alejado, satisfechos de haber admirado algunas elegant

nte a?os de su hija María Teresa, ni el bullicio de las voces juveniles, que llegan hasta el paseante solitario, por las grandes ventanas abiertas de los salones, lo distraen de su melancolía. Las fragantes flores del jardín exhalan en vano sus perfume

qué nos has dejado

toma

an las venta

N

nieblas a la de las jóvenes que h

sus elegantes siluetas, t

ras es el suelo, y con tal persistencia, que hace un momento creía que

a?abas,

el recién llegado. Distraídamente sacó una cigarre

res un

gra

xquisi

me; el tuyo no puede ser apre

quier

r. Cerró la tabaquera con un golpe seco, encendió su cigarrillo, y,

te la fi

brill

s desertado

volverte l

sa. Hacia los veinte a?os, por poco que escaseen los pretendientes, la prima descubre de pronto que el primo es lo que le conviene. De esta manera, no hay miedo de equivocarse, ni sobre el carácter, ni sobre la salud, ni sobre la fortuna. El mundo contempla el suceso con enterne

Jaime y por las exclamaciones grotescas con que

gera

s pretendientes no abundan, no quiere quedarse para vestir imágenes. La vida de familia la abruma; desea llevar una vida más mundana; entonces ?por qué no echarle el anzuelo al primo? Y es po

na Gardanne incapaz d

frutar de fortuna, sospech

de casarte con

ce dos meses, lo que la querida ni?a llama: ?nuestras deliciosas horas de intimidad.? Aunque su mirada es glacial y su nariz ostenta proporciones borbónicas, me conozco: si por desgracia me hablase de su ternura y de su admiración

carece de encanto el casarse con una amiga de la

conocerse a una joven? ?Casi no me atr

ter franco, leal... no compr

lo que será? Papá, el otro día, le dijo, riéndose, que tenía seducido al Conde de

?os?... Si fuera más joven, tal vez me dejaría tentar... Seduce el

ci

ue estuvo a punto de exclamar:-?Ea, cuéntame tu secreto, Juan! ?Acaso no soy tu herman

raleza altiva de su amigo, y los obstácu

sencillo no sería demostrar a Juan la misma confianza que reclamaba de él? Se apr

s es inaccesible. Si nos aventuramos en él ?será a fuerza de sutileza o a golpes de hacha

? ?Cuentas ejercitarte en los corazones extranje

. ?Oh!, muy sobre todo... por huir de la joven que no amo. ?Si supieras cuánta energía se tiene en estas tristes circunstancias! ?Es espantoso! Ma?ana, tomaré el ráp

se?or Aubry me ha parecido algo fatigado en estos últimos días; desearía que descansase de una

Ese peque?o pabellón que tu padre me hizo construir allá, al extremo del jardín, a orillas del Marne, es mi paraíso. Desde allí observo todo lo que pasa en la fábric

ece que ayer hacíamos

s Niel y las yedras, que plantó contra las paredes, guarnecen ahora las ventanas; no puedo abrirlas

, yo veinte. ?Qué dulce compa?erismo nos unía entonces! ?Y cómo nos tratab

antasías prop

caprichos de una d

decía en sus ojos cuando se le corregían sus faltas!... siempre leves. Su inalterable alegría era contagiosa

vó que el sentimiento exaltado convierte a los

el mal proviene de

María Teresa, y así es mejor, pues

. Tú, como mi padre, eres

guida familia; si un día conoció la miseria, antes había

partida, algo que hasta ahora he guardado para mí y que quiero h

tás

habitúas a no ver en ti más que un empleado fiel, cuando debías hacerle comprender tu gran valor. Tú, que tienes tan buena presencia como cualquiera de los jóvenes que la rodean; tú, en cuanto estás cerca de ella, tomas un aire sombrío y unas actitud

er

es. ?Cómo puedes esperar que ella te descubra? ?Piensas que por sí sola, sin que la ayudes un poco, llegará

arle de la manga y decirle: ?At

oche? Has pasado el tiempo vagando como un marido, de puerta en puerta, pa

bry hasta el punto de que me trata como a un hijo; tengo una amplia libertad para hablar con María Teresa veinte veces al día ?y me aprovecharía yo de estas circunstancias para ir a turbar la paz de su hija, procurando hacerme amar? ?No, mil v

intra

ara ella? Olvidas generosamente mi humilde origen, y la manera

eresa supiera...

migo mío, te lo suplico, déjala en la ignorancia. Si ella supiese algo, yo la perdería para siempre. No tendría más esa confianza, ese abandono, que tiene cuando

ero ?no sería mej

ate, ?por favor! Si hablas, d

entro de algunas horas estaré lejos; abracémono

eliz viaje, mi

ulo; su elegante silueta se destacó sobre el resplandor del

espíritu. Sin dejar de sentir infinita gratitud hacia Jaime, por no haberse indignado cuando le reveló el misterio de su corazón, lamenta no ser ya el único due?o de su querido secreto. Teme que una palabra, menos aún, una mirada, un gesto de Jaime

ojos se velan, su corazón se contrae

hiciera desaparecer la distancia que me separa de su hermana? ?Locura

do. Se mira tal como era la tarde de invierno en que el azar lo puso

e alma de ni?o. Experimenta casi la dolorosa opresión que paralizó su corazón y anudó su garganta a su entrada en el salón profusamen

de una ancha mesa cubierta con tapiz verde, se le figuran jueces, tan terr

lde, se?or Aubry de Chanzelles, llega por primera vez a los oídos de Juan. El alcalde habla con claridad en un tono grave y benévolo. En vez de amonestar a aquella mujer, llamada a j

, y luego oye las respuestas embrolladas de la desgraciada que se excusa de no poder mandar todos los días a su chico a la escuela, porq

conmovida, se aleja

El se?or Aubry va a levantar la sesión

an D

Sulpicio, ?por qué prodigio, su sonoridad llena aún los oídos de Juan? Se ve a sí mismo acercarse a la g

emacrada. Intimidado y tembloroso, hace girar entre sus manos una vieja gorra color azul deste?ido, y se detiene ant

el se?or Aubry.-Hace quince días que no se l

eza y con voz la

taba enferma y des

uer

varon hace

lcalde desaparece; bond

ermedad ha m

que aquella frase fue dicha! Súbitament

un mes; pero el médico dijo en seguida que no podía hacers

trabajaba

or la noche. Yo quería trabajar para ayudarla, pero ella no q

tu p

también; era emplomador y se ca

enes pa

, n

tu mamá ?en dónde vives

o. Dijo ella a su hermano, que es carpintero,

pensativo, no

que sintió creyendo h

embros de la comisión,-hemos concluido; pueden

lo con Juan, continu

trabajar de

patrón es muy duro, cuando

con que el se?or Aubry lo contempló durante largo t

el oficio de carpintero no te gu

Us

í,

a que dijo c

se?or alcalde, no p

Aubry s

ión. Yo he sido, como tú, un pobre ni?o desgraciado. Como tú, yo he tenido hambre, he tenido frío. Como tú, yo encontré un hombre que me socorrió. Me ense?ó a trabajar y a ten

ano y marchó a hablar a la po

demostrar su reconocimiento iría a pedir a su bienhechor la mano de su hija? ?No! sería odioso, grotesco. ?No, jamás confiará su amor ni al se?or Aubry ni a María Teresa! Cualquiera que sea el destino que le reserve el ca

let de grandes ventanas y levantados techos de tejas rojizas. María Teresa había sido casi su arquitecto, pues, cuando su constru

las tinieblas, empezaba a revivir; por el cielo se extendía la argentina aurora de una

busca de un reposo que calmase

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