Torquemada en la hoguera
de la humanidad. Cumpliendo cierta misteriosa ley fisionómica, era rubia como todas las poetisas, y obedeciendo a la misma fatalidad, alta y huesuda. La ado
ismo efecto de pesadilla me causaban dos rizos tan largos como poco frondosos, que de una y otra sien le colgaban. Por lo que
allarda figura retórica, que cubría su mortal aversión á coser pantalones. Ella no cogia los puntos á los calcetines, porque, poco fuerte en toda clase de ortografías, siempre tenía en boca aquella sabia máxima: no se vive sólo de pan, apotegma con que quería disimular su absoluta ignorancia en materia de guisados. La novela era su pasión: en
el arte de novelar. Me había dicho repetidas veces que quería inculcarme alguno de
os y su nariz, no podía tolerar que en una ficción novelesca entrasen damas que no fueran la misma hermosura, galanes que no fueran la
a dar a eso: terminará con burlas indignas, como ha empezado. ?Ay! ?Encanallar una cosa que empezaba tan bien! Ahí está el germen de una alta obra moralizadora. ?Qué lastima! Esa bohardilla, ese joven pobre que vive en ella, melancólicamente entretenido en contemplar a la dama del mirador ... y
, de modo que en mucho tiempo no acerté á decir palabra. Sirva el rubor con que lo confieso de expiación á mi singular audacia y á la petulante idea de convocar tan esclarecido jurado, para dar á conoce
usted? ?Cómo desarrollaría la acción? (Inútil es decir que al hacer estas preguntas sólo me guiaba el deseo de ap
, y pasa la noche oyendo el triste mayar de los tigres (así llamaremos por ahora á los gatos, hasta encontrar otro animal más poético), y desde allí se aniquila en el loco amor que le inspira aquella dama misteriosa, misteriooooosa ...?Qué haré? ?Dios mío! Primero describiría á la dama muy poética ... ticamente, muy lánguida, con cabellos rubios, muy rubios y flotantes, y una cintura a
con timidez-que yo no he
! Esto es lo que yo me guardaría muy bien de decir hasta el capítulo trigésimo, donde pondría el gran golge teatral de la obra. Veamos cómo desarrollaría la acción para lograr que se vieran y se conocieran los dos personajes. Un día la dama llora más que nunca, y mira más fijamente al jardín; su vestido es más blanco que nunca, y más rubios que nunca sus cabellos. Un pajarito que juguetea entre las matas viene á apoyarse en la enredadera, junto á la mano de la dama, y como al ver
a gota de rocío que se detiene á reposar en el cáliz de una lechuga. Sentíame yo confundido, anonadado ante la pasmosa inventiva, la originalidad, el i
ntusiasmándose, de tal modo, que se le saltó el mal pegado botón
guntó la poetisa. Esto es el canevas t
ntando con lápiz lo que ella con el
guir a?adió, dando á Cantarranas un
o del pajarillo
be ser el intermediario entre la
ón en donde estaba la dama, que le acarició mucho y le obsequió con migajitas de bizcocho mojadas en leche. Volvió después á la buhardilla; el joven le puso un billete atado al cuello, y el ave se lo llevó á la dama. Así se estableció una rápida, apasionada y volátil correspondencia, que duró tres meses. Aquí copiaría yo la correspondencia, que ocuparía medio libro, de lo más delicado y elegante. él empezaba
qué delicadeza!-dijo el Duque
odo aquel discreto artificio para encajarlo
avillosa y el seco, estéril y encanijado parto de mi caletre, ?cómo había de atreverme á continuar leyendo? Ni á dos tirones me harían despegar los labios; y allí mismo hubiera roto el manuscrito, si el Duque, que era la
Peransúrez, tan noble de apellido como fea de catadura, solía quejarse de que el huésped no pagaba; horrible acusación que hiela la sangre en las venas, pero que es cierta. (La poetisa articuló una censura que me resonó en el corazón como un eco siniestro.) Así es que con los doscientos reales que de Alicante venían, el pobre no tenía más que para palillos que era, en verdad, la cosa que meno
de las murgas es deplorable. Ya ha
mpió por primera vez su silencio, y con atronadora voz,
riqueos, blanduras, dengues, melosidades y tonterías? ?Se escribe para doncell
encia que componía el jurado, y me pa
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