La esposa que intentó borrar
de A
una pesadilla nebulosa. Había estado inconsciente durante un día y una noche completos. El calendario en la pared me gritaba: 26 de octubr
tulares gritaban: «Adelia Figueroa, la 'Musa del Artista del Mortinato', revelada como huérfana con un pasado problemático». Los nombres de mis padres, su
érfana que manipuló su c
padres, una trag
ad, que ahora se manifiesta
r la reacción violenta de la monstruosa exhibición de Beryl. Para cambiar la narrativa. Para convertirme en la villan
ido, era ahora un escenario para su traición. Damián estaba sentado en el lujoso sofá, Beryl sobre su regazo, sus cuerpos entrelazados. Él le
cabeza levantándose de golpe. Beryl retrocedió, sus ojos moviéndose entre nosotr
destello de algo que parecía culpa. «Adelia, cariño», comenzó, pero el apelativo cariñoso se sinti
sistemáticamente cada parte de mí. Mi dignidad. Mi cuerpo. Mi hijo. Mi pasado.
de que pudiera responder, Beryl, siempre la oportunista, tiró de su brazo. Le susurró algo al oído. Él me miró de nuevo, lu
sonido fue como el último clavo en el ataúd de mi corazón. Mi propio dormitorio estaba
nta. «No, Damián», susurré a la puerta cerrada, al hombre que ya no esta
rprendentemente fresco. «Adelia», dijo, intentando un tono conciliad
aporosa, salió del dormitorio. «Cariño, ¿de qué estás hablando?», hizo un pucher
ras. «Adelia, Beryl. ¿No podemos r
z firme. «Mi carrera depende de esto. Lo s
n un encogimiento de hombros de resignación en su rostro. «
je, mi voz plana.
emporada, comenzaron a caer, espolvoreando las lápidas de blanco. Encontré los nombres de mis padres, talla
o mucho. Siento mucho no haber sido lo suficientemente fuerte. Siento mucho la
bres corpulentos, de rostros endurecidos, emergieron de detrás de una hilera de árboles
té, tratando de sonar más v
, una sonrisa sombría en su rostro. «Parece qu
léfono. Necesitaba llamar a alguien. A cualquiera. Presioné el m
teléfono. «¡Estoy en el cemen
cayó al suelo con un estrépito. La oscuridad me tragó por completo. Pero no antes de que oyera
aba precariamente de una cuerda gruesa, suspendida sobre aguas oscuras y agitadas. Las olas rompí
ampo de visión. «Parece que tenías enemigos ricos, señorita», se burló.
ba eso? Mi mente corría, tra
gocios. Nos dijeron que hiciéramos una llamada. Tu primer con
sposo. El padre de mi hijo. Incluso después de todo, un
z de Damián. «¿Adelia? ¿Qué
o, «¡me han secuestrado! ¡Van a
ía. «Oh, Damián, cariño, ¿tu 'musa' está jugando de nuevo?
taba con ella. De nuevo.
jo Damián, su voz teñida de molestia.
almente no le importaba. Realmente creía que estaba jugand
importas mucho, ¿eh?», se burló el
nté, mi voz sorprendentement
entes podridos. «Chica lista. Digamos que cierta 'artista' tien
sonido primario
la cicatriz c
mar era absoluta. Mientras luchaba, un caleidoscopio de imágenes pasó por mi mente: la sonrisa de Damián, sus promesas, nues
n sacrificio. Mi amor, mi vida, mi hijo, todo daño
so y desafiante. No moriría como su víctima. No sería definida por su crueldad. Y
me trag