Historia de una parisiense
s que ligan repentinamente dos corazones y dos inteligencias en ese sentimiento caprichoso. Aunque el atractivo femenino no sea un obstáculo, no es
es o defectos debemos buscar la causa sutil? Ignorámoslo; pero ese sentimiento indefinible, ya se habrá comprendido que Juana y Jacobo, después de su conversación confidencial, no tardarían en experimentarlo. Aunque separados en apariencia por abismos, aquel libertino cansado y aquella
laciones parisienses, no duran con frecuencia más que el espacio de una comida, u otra reunión. Gustan uno de otro,
o sucedería lo mismo; pertenecían a la misma sociedad y a las mismas relaciones,
na tarde a su casa al azar, a eso de las cinco. Encontrose allí con Monthélin, acomodado cerca del fuego. El se?or de Monthélin, que tenía ya demasiado con la presencia de Toby, se exasperó tanto al ver a de Lerne que perdió su sangre fría ordinaria; persistió contra todas las conveniencias en prolongar indefinidamente su visita, a
ijo sonriendo-, porque no he ce
ue él, y quedaros cuando él se va es daros unos aires de
mil perdones; pero ya sabéis
respecto del se?or de Lerne después de vuestro
?cómo tener val
de Maurescamp-. ?Cuál ha sido el mo
da, habl
ías? ?Qué
hiriente que
queréis decírmela? ?Pr
o sabéis?-di
a sé-c
orpeza
o... no
erá él quien os la
allero para hacer
rneo de palabras no era en ventaja suy
La gracia de su persona, su talento, sus habilidades, y aun el tinte un poco vivo de sus costumbres, hacíanlo un personaje particularmente interesante. Fue, pues, para la se?ora de Maurescamp
saber que Jacobo tenía un fuerte dolor de cabeza que le retenía en la cama. Con razón o sin ella, creyó ver en esta circunstancia un acto de desdén, o cuando menos de mal humor para con ella. El aprecio de aquel joven de una vida tan poco ejemplar había lle
ayer vino a mi casa, y como no es muy visitador, creo que tenía algo serio que decirme... que quería hablarme del gran asunto
eso no es irreparable, si queréis, ?cuándo podrá e
frente en signo de reflexionar...-Pues bien, veamos... ma?ana a la ta
, y estad segura
itaria le reprochaba su avance. Si el se?or de Lerne no venía, ?qué mortificación! Si venía, ?no tendría derecho para creer en u
o con su hijo Roberto en el peque?o salón botón de oro, de su mujer, y
entras que su hijo, vestido de blanco y con cinturón punzó, daba saltos con su aya in
la se?ora
uién es
onde de Ler
dle e
entose gravemente en un sillón teniéndolo en s
erias e importantes que lo que podría haberse imaginado. Sin embargo, pareció que no se había sorprendido, ni mostrose contrariado; púsose a acariciar a Roberto, cual
o una fuerte ráfaga de viento s
-, ?oís? es una verdadera temp
agradable estar al lado de vuestr
có Juana riendo-que s
s tanto que me case? Tan, original idea no, puede ser vuestra... Si
ciert
jo-, es
ivo, después d
que mi madre y vos deseáis, pues
undo ninguna mujer dign
s. Con nada están satisfechas. Yo, os dicen ellas, si yo creyese, ya lo veríais... haría esto y lo otro... en fin, la perfección... Pues bien, yo soy lo
amos-dijo la joven en un
de mí, si o
ue no.
ico también al que la idea religiosa le da algo de eterno... El divorcio, de que se habla tanto este a?o, me desagrada por eso... Porque le quita al matrimonio el sentimiento de lo infinito... Ese sentimiento puede ser una traba para las almas vulgares o para los mal casados. Pero imaginaos dos seres que se han elegido antes de unir
ijo J
o de no desmerecer uno de otro. En estos tiempos de perturbaciones por que pasamos, habría so?ado más que nunca en una unión de una intimidad sin igual entre dos seres igualmente generosos y delicados, apoyándose y fortificándose el uno al otro, para conservar a la vez el corazón elevado y los gustos puros... Para mantenerse fieles a sus antepasados, en cuanto al honor y a los viejos maestros, en cuanto al arte y
clinada hacia adelante, mirábale con sus grandes ojos admirados, cual si viese surgir
na lágrima que corría por sus mejillas. Turbado él mismo, por un
nte la suya tomando
joven-, creía qu
no-arti
?Parezco yo un hombre
de hacerla-dijo ella c
e la mía ser
bía sobre la mesa; sus ojos se detuvieron en una fotograf
i hijo, ?no
tomasteis en vuestros
por ca
ello: Si vienes como amigo, enhorabuena; si
.. ?No os p
ará un día en que sus hijos sepan por las habladurías de la gente, su conducta ligera o culpable? Y el hombre que no respeta a su madre, ?qué queréis que respete en el mundo? Faltándole el respeto a su madre, todo le falta, todo se desmorona... Ya no exist
se detuvo oprimi
que no puede contener sus impresiones, volvi
hablar de la juventud demasiado ligera
de Maurescamp dejó violentamente su sillón y
os se encontraron, estrechó con fuerza
aer en un confidente, entregada a la más profunda meditación, sosteniendo con la mano su cabeza y enjugando a intervalos las lágrimas que caía
mente contraer sus cejas; algunos momentos después la
e Maurescamp que no salía
le... Acercaos
la primera vez que sorprendía un síntoma igual, en una mujer abandonada de su marido, y te
en el circo de Invierno había sido uno de los acontecimientos de la estación. Desde algunos días se la veía conducir alrededor del lago un par de caballos negros, cuya procedenc
fortuna; y parecíale menos vergonzoso el ser seducida por él que por algún otro. Era bien formado, alto y valiente, y sin tener lo que se llama talento, poseía, a fuerza de aplicación y gusto por su oficio, una habilidad temible para adivinar las ocasiones y aprovecharse de ellas. Sabía mejor que nadie, que
tal con una paciencia y asiduidad felinas, juzgó que había llegado al fin. Después de algunos instantes de conversación b
cucháis-dijo-
ad
éis l
ede
igo, para recibir la conf
enas... No sé
dos manos acercándose m
o a media voz-, ?si s
élin rodeaba su cintura. Despertose como de un sue
Si supieseis qué mal m
que la animaba era claramente el del desdén más frío e implacable. El se?or de Monthélin debió co
rne sale de aquí... Vamos ?él
e inclinó profundame
olencia, habría llegado a ser, sin amor, sin amistad, sin excusa, la víctima inerte y estúpida de aquel cobarde libertino. Comprendió cuan cerca se había hallado del borde de aquel abismo y lo lejos que de
oy sa