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Historia de una parisiense

Chapter 6 No.6

Word Count: 3462    |    Released on: 04/12/2017

s que ligan repentinamente dos corazones y dos inteligencias en ese sentimiento caprichoso. Aunque el atractivo femenino no sea un obstáculo, no es

es o defectos debemos buscar la causa sutil? Ignorámoslo; pero ese sentimiento indefinible, ya se habrá comprendido que Juana y Jacobo, después de su conversación confidencial, no tardarían en experimentarlo. Aunque separados en apariencia por abismos, aquel libertino cansado y aquella

laciones parisienses, no duran con frecuencia más que el espacio de una comida, u otra reunión. Gustan uno de otro,

o sucedería lo mismo; pertenecían a la misma sociedad y a las mismas relaciones,

na tarde a su casa al azar, a eso de las cinco. Encontrose allí con Monthélin, acomodado cerca del fuego. El se?or de Monthélin, que tenía ya demasiado con la presencia de Toby, se exasperó tanto al ver a de Lerne que perdió su sangre fría ordinaria; persistió contra todas las conveniencias en prolongar indefinidamente su visita, a

ijo sonriendo-, porque no he ce

ue él, y quedaros cuando él se va es daros unos aires de

mil perdones; pero ya sabéis

respecto del se?or de Lerne después de vuestro

?cómo tener val

de Maurescamp-. ?Cuál ha sido el mo

da, habl

ías? ?Qué

hiriente que

queréis decírmela? ?Pr

o sabéis?-di

a sé-c

orpeza

o... no

erá él quien os la

allero para hacer

rneo de palabras no era en ventaja suy

La gracia de su persona, su talento, sus habilidades, y aun el tinte un poco vivo de sus costumbres, hacíanlo un personaje particularmente interesante. Fue, pues, para la se?ora de Maurescamp

saber que Jacobo tenía un fuerte dolor de cabeza que le retenía en la cama. Con razón o sin ella, creyó ver en esta circunstancia un acto de desdén, o cuando menos de mal humor para con ella. El aprecio de aquel joven de una vida tan poco ejemplar había lle

ayer vino a mi casa, y como no es muy visitador, creo que tenía algo serio que decirme... que quería hablarme del gran asunto

eso no es irreparable, si queréis, ?cuándo podrá e

frente en signo de reflexionar...-Pues bien, veamos... ma?ana a la ta

, y estad segura

itaria le reprochaba su avance. Si el se?or de Lerne no venía, ?qué mortificación! Si venía, ?no tendría derecho para creer en u

o con su hijo Roberto en el peque?o salón botón de oro, de su mujer, y

entras que su hijo, vestido de blanco y con cinturón punzó, daba saltos con su aya in

la se?ora

uién es

onde de Ler

dle e

entose gravemente en un sillón teniéndolo en s

erias e importantes que lo que podría haberse imaginado. Sin embargo, pareció que no se había sorprendido, ni mostrose contrariado; púsose a acariciar a Roberto, cual

o una fuerte ráfaga de viento s

-, ?oís? es una verdadera temp

agradable estar al lado de vuestr

có Juana riendo-que s

s tanto que me case? Tan, original idea no, puede ser vuestra... Si

ciert

jo-, es

ivo, después d

que mi madre y vos deseáis, pues

undo ninguna mujer dign

s. Con nada están satisfechas. Yo, os dicen ellas, si yo creyese, ya lo veríais... haría esto y lo otro... en fin, la perfección... Pues bien, yo soy lo

amos-dijo la joven en un

de mí, si o

ue no.

ico también al que la idea religiosa le da algo de eterno... El divorcio, de que se habla tanto este a?o, me desagrada por eso... Porque le quita al matrimonio el sentimiento de lo infinito... Ese sentimiento puede ser una traba para las almas vulgares o para los mal casados. Pero imaginaos dos seres que se han elegido antes de unir

ijo J

o de no desmerecer uno de otro. En estos tiempos de perturbaciones por que pasamos, habría so?ado más que nunca en una unión de una intimidad sin igual entre dos seres igualmente generosos y delicados, apoyándose y fortificándose el uno al otro, para conservar a la vez el corazón elevado y los gustos puros... Para mantenerse fieles a sus antepasados, en cuanto al honor y a los viejos maestros, en cuanto al arte y

clinada hacia adelante, mirábale con sus grandes ojos admirados, cual si viese surgir

na lágrima que corría por sus mejillas. Turbado él mismo, por un

nte la suya tomando

joven-, creía qu

no-arti

?Parezco yo un hombre

de hacerla-dijo ella c

e la mía ser

bía sobre la mesa; sus ojos se detuvieron en una fotograf

i hijo, ?no

tomasteis en vuestros

por ca

ello: Si vienes como amigo, enhorabuena; si

.. ?No os p

ará un día en que sus hijos sepan por las habladurías de la gente, su conducta ligera o culpable? Y el hombre que no respeta a su madre, ?qué queréis que respete en el mundo? Faltándole el respeto a su madre, todo le falta, todo se desmorona... Ya no exist

se detuvo oprimi

que no puede contener sus impresiones, volvi

hablar de la juventud demasiado ligera

de Maurescamp dejó violentamente su sillón y

os se encontraron, estrechó con fuerza

aer en un confidente, entregada a la más profunda meditación, sosteniendo con la mano su cabeza y enjugando a intervalos las lágrimas que caía

mente contraer sus cejas; algunos momentos después la

e Maurescamp que no salía

le... Acercaos

la primera vez que sorprendía un síntoma igual, en una mujer abandonada de su marido, y te

en el circo de Invierno había sido uno de los acontecimientos de la estación. Desde algunos días se la veía conducir alrededor del lago un par de caballos negros, cuya procedenc

fortuna; y parecíale menos vergonzoso el ser seducida por él que por algún otro. Era bien formado, alto y valiente, y sin tener lo que se llama talento, poseía, a fuerza de aplicación y gusto por su oficio, una habilidad temible para adivinar las ocasiones y aprovecharse de ellas. Sabía mejor que nadie, que

tal con una paciencia y asiduidad felinas, juzgó que había llegado al fin. Después de algunos instantes de conversación b

cucháis-dijo-

ad

éis l

ede

igo, para recibir la conf

enas... No sé

dos manos acercándose m

o a media voz-, ?si s

élin rodeaba su cintura. Despertose como de un sue

Si supieseis qué mal m

que la animaba era claramente el del desdén más frío e implacable. El se?or de Monthélin debió co

rne sale de aquí... Vamos ?él

e inclinó profundame

olencia, habría llegado a ser, sin amor, sin amistad, sin excusa, la víctima inerte y estúpida de aquel cobarde libertino. Comprendió cuan cerca se había hallado del borde de aquel abismo y lo lejos que de

oy sa

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