La alegría del capitán Ribot
s averías, me acordé de la se?ora que había estado a punto de ahogarse aquella noche. Valga la verdad; de quien me acordé fué de su hija. Aquell
e alojaban en la fonda de la Ibe
es pase recado?-me p
eja) había descansado regularmente, y que el médico, que acababa de salir, no la había encontrado tan mal como pensaba. D.a Cristina (la joven) estaba perfectamente. Dejé mi tar
eta, y sus negros cabellos estaban a medias aprisionados por un gorro blanco de batista, con
gratitud que le debemos, al menos una parte. Ayer estaba tan aturdida que no acerté a hacerlo. Pero más vale que usted haya venido... y eso que l
de había una alcoba cuyas puer
aquí tienes a tu salvad
iros reprimidos, y entre ellos algunas palabras que
cho haberle expuest
peligro alguno; pero aunque así fuera, n
de la alcoba algun
dé a usted una cu
ra qué?-exclam
a Cristina-. Mamá lo usa mucho y nos lo hace usar a todos. Diga
do?a Cristina me ordenó y pude oir
uélla, haciéndome un gui?o mal
ue me probará bien, porque me s
a mano pugnando por no re
que va usted a sali
idos extra?os,
a su se?ora, y le aconseja que no
se?ora. Es
uvo la bondad de inte
padre, ni hermanos.
r mujer. Ignoro qué cualidades de marido pudo observar en mí aquella se?ora, como no fuese las de saltar y deslizarme bien por los cables. De todos modos, respondí que no deseaba otra cosa; pero que no se me había presentado ocasión has
jaba mis ojos en los de D.
solapado se deslizó e
ás le conviene; y si el capitán no se ha casado
tulante-; no me ha apetecido hasta ahora...; pero n
tenga usted una esposa muy guapa y media doc
n!-ex
ibre a su lado como si hiciera algunos a?os que la tratase. Me invitó a sentarme en el sofá, y lo hiz
fectos nocivos del enfriamiento. Lo único verdaderamente temible era el susto. Su mamá era muy nerviosa; padecía del corazón, y nadie podía prever el resultado de aquella terrible emoción. Hice l
; somos va
-. ?Pues si somos casi paisan
en Gijón, adonde habían venido para visitar a una monja hermana de su mamá. Hacía bastantes a?os que formaran ese proyecto, y nunca lo habían realizado por lo largo y molesto
ambiente embalsamado y tranquilo. El mar no aterra como aquí, y es más azul, y su espuma más blanca y más ligera. Allí los pájaros cantan con gorjeos más dulces y variados; allí la brisa acaricia por la noche como por el día; allí las frutas azucaradas, que en otras partes sólo se sazonan con el calo
ave y profunda que jamás había visto,
la usted como un poeta... y casi, casi estoy tentada a
o dispénseme usted que le diga que los ojos de usted me han traído a la memoria una
e miró con más curiosidad que agradecimiento, y cam
sted manda hace la
Ordinariamente vamos des
usted aquí de esc
ciertas averías que un peque?o i
del tiempo que ellas pens
sperarnos mi marido; pero ahora es fuerza dilatar el viaje a causa de lo ocurrido. De todos modo
podía ser casada? Lo ignoro todavía. Y dado caso que así fuera, ?por qué tal noticia me había producido tan áspera impresión tratándose de una persona que acababa de conocer? Tampoco lo sé. Estoy tentad
y afectuoso interés por su esposo. Me dijo que se llamaba Emilio Martí y era uno de los socios de la casa armadora Castell y Martí, cuyos vapo
nen ustede
respondió, levem
habitaban; por el invierno, en la misma ciudad, calle del Mar; d
y Martí. Le hice presente mi satisfacción en ponerm
le y hablar con los conocidos y emplearme en los asuntos de mi cargo. Pero en todo el día no dejó de ofrecérseme a la imaginación repetidas veces la figura de D.a Cristina. Adoro las mujeres delgadas y blancas, con grandes ojos negros. Mis amigos
hizo pasar nuevamente y me recibió con mayor cordialidad aún, llevándose el dedo a los labios e invitándome a hablar en falsete como ella
entras no concluyan de hacerle la peluca, n
uca! Sí, me
que se la arrancó, mal
?Vaya un susto! Pensé que le ha
hacer ruido. Al cabo de un rato me dij
itán, y voy a almorzar. ?
ra. Mientras la camarera nos ponía la mesa en el mismo gabinete, no dejamos de charlar, creciendo más y más nuestra confianza. Durante el almuerzo usó conmigo una franqueza tan atenta y servicial que concluyó de seducirme. Por sus pro
ritos la noche del percance. Reía ella de todo corazón, y me prometía resarcirm
olvidar los callos de la se?ora Ramona. Me sa
osero. Espero demostrarle con el tiempo que, fuera de esas horas de callos
oso e invitándome a que no disimulase mi verdadera condi
Figúrese que está almorzando con un co
ón para eso. El piloto es bi
ojos me embriagaban más que el vino y la charla. Aunque hablábamos en falsete y reíamos a la sord
de patitas en el corredor y s
, narrándole mi historia, bien sencilla. Discurrimos acerca de los place
me da miedo y tristeza. ?Si viera usted cuántos ratos paso
iero al mar las mujeres-man
hermosas. Tengo una primita llamada Isabel que es
os que los suyos?-
valen nada-conte
n toda la costa de Levante, con haberlos allí tan lindos!... ?Si parecen dos lu
nstantes sin levantar la vista del mantel. Al cabo,
te, ?verdad? A bordo se suele
sin responder a su pregunt
franqueza. No conocemos las etiquetas, pero debe salvarno
s nuestra plática con la misma cordia